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En el corazón del Anillo de Fuego del Pacífico de Japón se encuentra el Monte Mihara, un volcán activo que se ha ganado una macabra reputación como el lugar de suicidio más infame del país. Lectura de las aguas del Océano Pacífico, esta gran maravilla natural ha sido testigo del trágico final de miles de vidas, llamando la atención sobre un aspecto inquietante del tejido social de Japón. Todo comenzó el 12 de febrero de 1933, cuando una joven japonesa de 19 años llamada Kiyoko Matsumoto se suicidó saltando al cráter volcánico activo del Monte Mihara, en la isla de Izu Eshima. Kiyoko había desarrollado un enamoramiento con uno de sus compañeros de estudios llamado Masako Tomita. Dado que las relaciones lesbianas eran consideradas tabú en la cultura japonesa en ese momento, Kiyoko y Masako decidieron viajar por el volcán para que Kiyoko pudiera acabar con su vida allí en la lava de lava de 1200 oC, lo que finalmente hizo. Después de la trágica muerte de Kiyokos, este acto comenzó una extraña tendencia entre los individuos japoneses emocionalmente rotos, y al año siguiente, 944 personas, incluyendo 804 hombres y 140 mujeres, saltan al cráter volcánico mortal del Monte Mihara para encontrarse con su horrible desaparición. En los dos años siguientes, se reportaron 350 suicidios más en este ominoso punto volcánico. Las razones detrás del Monte Miharas la oscura reputación son complejas y entretejidas con una dinámica cultural y social única de Japón. Históricamente, el suicidio ha mantenido una connotación diferente en Japón en comparación con otros países. A menudo se ha percibido como un acto de honor, redención, o incluso protesta, enraizado en las antiguas tradiciones de los códigos de honor samurai y la influencia del budo. En la era posterior a la Segunda Guerra Mundial, cuando Japón experimentó una rápida modernización y cambios sociales, aumentaron las tasas de suicidio, particularmente entre los jóvenes. El monte Mihara, con su atracción mística y su belleza embrujadora, se convirtió en un desafortunado faro para aquellos que buscan acabar con sus vidas. Reportajes noticientos e historias de boca románticaban el atractivo mortal del volcán, creando una fascinación morbosa que atraía a individuos perturbados de todo el país. A pesar de los numerosos esfuerzos de las autoridades japonesas y de las organizaciones locales para desalentar los suicidios en el Monte Mihara, la trágica tendencia persiste. Se han establecido barreras, cámaras de vigilancia y líneas directas de crisis para disuadir a aquellos que contemplan autolesiones, pero la accesibilidad de las montañas y las complejidades psicológicas que conducen al suicidio hacen que sea un problema difícil de abordar plenamente. El abrumador número de muertes en el Monte Mihara ha desatado debates sobre la atención de la salud mental, las presiones sociales y la necesidad de sistemas de apoyo empático en Japón. Mientras los esfuerzos para abordar estas preocupaciones están en curso, el oscuro legado del Monte Mihara como símbolo de la desesperación sigue atornando la conciencia colectiva de la nación.1 VOTOFuente: Mru.ink.