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[center][spoiler="Música"]5 VOTOSCrisgv13401Hace 2 años17[/spoiler][/center] [center][i][size=20]Callando digo[/size][/i][/center] [center][i]Mi última voluntad es fácil de decir, porque no dejo herencia para dividir. Mi libertad es todo lo que queda. No cria musgo la piedra que rueda.[/i][/center] [center][/center] [center][i][color=red][size=12]No cria musgo... No cria... La piedra que rueda. No cria musgo, la piedra que rueda.[/size][/color][/i][/center] La habían llamado de urgencia, tras que el sol traspasase su punto álgido en el cielo. Le habían importunado su ducha con el pretexto de que llevaba horas susurrando. Decían que desde que se había ido el general Vom'Quer, no había dejado de susurrar palabras inconexas. O al menos frases que nadie conseguía descifrar. [center][i]"Está hablando."[/i][/center] Le había dicho una boca demasiado cercana a su rostro, con los ojos casi salidos de las cuencas. Quizás esperaba que se sorprendiese, pero ella ya sabía que hablaba. Todos lo sabían. El ajetreo no venía de ahí. Había llamado a los ministros, tras una escueta reunión que juraba no haberla visto durar ni dos minutos. Se habían hecho llamar a los ejércitos. Nada más ni nada menos que trescientos setenta y cinco mil efectivos. A pesar de que el grueso del ejército sin duda era inmensamente mayor. Con el paso de los años había comenzado a pensar que aquella Emperatriz, a la que alguna vez habían apodado de forma que nada pudiese insinuar una naturaleza bélica, se había vuelto del todo violenta. O al menos del todo preventiva hacía la violencia. Ella no había vivido ninguno de esos tiempos, en los que las salas se abarrotaban hasta la noche, los largos discursos imbuían los ojos en lagrimas, y se juraba con pluma y tinta en vez de con sangre y cenizas. Ella no había vivido los tiempos en los que la Palabra, tenía valía. Por eso creía ya no la usaba. O quizás tenía más que ver con lo que una vez le había escuchado decir. [i][color=red]Goberné todo un imperio, sin blandir una sola espada, tan solo esgrimiendo una seguridad abrumadora. Ni siquiera quienes siempre quisieron atacarme lo hicieron. Pero los tiempos cambian, aunque la eternidad sea perpetua. Las generaciones olvidan, destinadas a repetir la historia por falta de experiencia. [center] ... [/center] Siempre me pregunté, si algún día dejarían de ser hermosas. Si mis palabras dejarían de ser hermosas corrompidas por los sentimientos de otros. Me pregunté si las palabras que algún día dije, dejarían de tener sentido. Y así fue, porque los recordatorios físicos siempre son más efectivos que las palabras. Y en el curso del tiempo, sea cual sea la historia, solo perdura el poder, sea cual sea su forma o su nombre. Para girar la rueda. Para vivir en libertad. No cries musgo. No cria musgo la piedra que rueda. Nunca pares, aunque te ensucies las manos. Unas manos impolutas siempre se ensuciarán de sangre, siempre le quedarán cenizas entre las uñas por mucho tiempo que pase. [/color][/i] [center]Sí, no cria musgo la piedra que rueda. Por eso ahora callaba, y solo giraba.[/center] Trescientos setenta y cinco mil efectivos apostados a la puerta De la Torre que conectaba con La Lucera, más los desplegados alrededor de todas las fronteras. Ataviados con largas capas que les cubrían hasta los pies, sin que se viera tan solo ni un indicio de portar armas. Seguramente fuese tan solo una advertencia. Una lustrosa advertencia que llevaba órdenes estrictas de no atacar. Aún así, el aire que se le colaba entre los orificios de la nariz y le llenaba los pulmones se le antojaba que empezaba a oler a "Guerra tendrás". Pero ella no era política. Ni siquiera parte del consejo. Y tampoco entendía ninguna de esas decisiones, la realidad es que nunca la habían hecho partícipe. Solamente era violinista. La violinista de la Emperatriz. Criada desde que tan solo tenía unos meses de vida en esa opulenta torre que se alzaba por el cielo. Cuando había tenido edad suficiente había viajado por todo el mundo, tocando allá por donde iba. Pero siempre regresando al lado de la Emperatriz. Y aunque para el resto resultase inexplicable, por decisión propia. [center][b][color=red][size=12] Pasa, [/size] Delaila [/color][/b][/center] Su nombre se le antojó melódico. Con una dulzura casi desgarradora. Siempre le había gustado, como, en su boca, su nombre parecía importante. Como el de una deidad. Una vez le había contado que las deidades no tenían apellidos, igual que ella. Porque eran únicas en su especie mientras se mantuviesen puras. Pero dudaba que fuera la razón por la que ella nunca había tenido un apellido. Sabía bien que aquél nombre lo había elegido personalmente la Emperatriz, del mismo modo que había decidido dejarla sin apellidos. Aún así, le gustaba juguetear con la idea. [b]- ¿Sonata No.9 de Kreutzer?- [/b] Elevó el violin con gracia para apoyarlo en el hombro. Pero entonces vio su mano elevarse y se detuvo casi de forma natural. No le hizo falta elevar la mirada para verla, rara vez la recibía sentada en el trono a lo alto de las escalinatas. Alargó la mano y le entregó un manuscrito, con una caligrafía dorada impecable. Al leerlo, Delaila casi pudo escuchar la voz de la Emperatriz en su cabeza. Esa voz que le hablaba siempre con una delicadeza abrumadora, casi como si temiese que en algún momento se pudiera romper y eso acabase enturbiando las melodías que Delaila componía. [b]- Un concierto...- [/b] Fue casi un susurro. La mandaba a La Lucera a dar un concierto en honor al difundo rey. Más tarde les acompañaría el regente Rey Salazar VI e incluso ella. Casi sintió que se le atoraban las palabras en la garganta. Por primera vez, deseó de verdad invertir su tiempo juntas en hablar. Entonces, casi como si palpase su angustia creciente, la Emperatriz le sonrió, fue breve, tan breve que si hubiera parpadeado se lo habría perdido. Pero no habría estado apenada, ella no era la primera vez que la veía sonreír. La vio hacer un gesto con la cabeza y entonces se fijó en el hombre de detrás. Aquello la sorprendió aún más. Nunca estaban acompañadas, de hecho, La Emperatriz nunca dejaba que nada ni nadie enturbiase sus momentos de concierto. Y cuando lo hacían siempre la mandaba a sus aposentos, como si no quisiese que bajo ningún concepto su música se viera salpicada por cualquiera. Él debía de ser el guardia personal al que hacia mención; Iron. Delaila le observó, con aquellos ojos azul grisáceo. Que se parecían a una noche tormentosa. [b]- Nos vamos entonces.-[/b] La conocía lo suficiente como para saber que no había nada que hablar, esta vez no. Esta vez era mejor reservar las palabras. Porque podrían ser necesarias. Y antes de irse, la Emperatriz si le sonrió de verdad. La sonrisa genuina le llegó a los ojos, y sus labios se abrieron. [center][b][color=red]Recuerda Delaila, que les lleguen tus silencios entre notas. No cria musgo, la piedra que rueda.[/color][/b][/center] Y los sirvientes que entraron para llevarse a los dos no le dieron tiempo a responder. Debían partir de inmediato a La Lucera, el pase por la Torre les aguardaba. [center][size=21][b]. . .[/b][/size][/center] El cortejo podía haber sido del todo despampanante. Todo lo despampanante que pudiera haber sido un cortejo con él. Ella se había ataviado con sus mejores galas. Llevaba la mejor combinación de colores que había encontrado en el armario. Unas tres veces se había mirado al espejo antes de salir. Los Dioses quizás no la perdonarían por ello, pero ella sabía que no tenían tiempo para esas cosas. Los conocía bien. Se había puesto unas preciosas sandalias de tacón, con la tira en dos colores; rosa y rojo. Una falda roja que dejaba entrever su pantalón corto del mismo color y un ajustado corset que enmarcaba un escote que sabía que si no tenía ya, nunca tendría. Había cogido la costumbre de dejarse su corto pelo suelto, pero no paraba de apartarlo de la cara. De sus labios pintados de rojo en contraste con sus ojos azul celeste. Había estado nerviosa desde que había conocido la noticia. Era del todo emocionante la muerte del rey. Los Dioses estarían de jolgorio, estaba del todo segura. Le encantaban esas clase de comitivas suicidas. Iba a ser de lo más divertido salir vivos de ahí sin pasar antes por una muerte de lo mas dolorosa y miserable, y su posterior recorrido por el infierno. Porque ella se iba de cabeza allí seguro. Pero no estaba preocupada, sabía que luego los Dioses le darían el perdón. [center]Oooh que divertido, ya habían llegado.[/center] [b]- ¿Se puede saber porque vengo contigo?-[/b] Mierda, le tenían que aguar la fiesta. Y encima iba con una mísera camisa blanca, sin siquiera una chaqueta por encima. [b][color=pink]- Alguien tenia que vigilar tus palabras. No me arruines la diversión.-[/color][/b] Y antes de que pudiera continuar con la conversación, tuvo que dejar de tararear mentalmente su canción porque alguien de La Lucera había venido a recibirles a la Torre. Ella se adelantó. [b][color=pink]- Suma sacerdotiza y supervisora de leyes del Imperio de Aevelin. Él es el comandante en jefe del ejercito Imperial y ministro de exteriores. Y esta es nuestra escolta.-[/color][/b] Quizás hasta entonces nadie hubiese reparado en el gato ataviado con un lazo que les acompañaba. [b][color=pink]- Venimos en representación para supervisar que la... sucesión, se realice de la forma mas pacífica posible. Para ello hemos preparado un pequeño dispositivo operario del ejército Imperial por si resultase necesario. El Imperio de Aevelin espera poder ayudar en lo necesario.-[/b][/color] Casi se le olvidaba. [color=pink][b]- Y les da su más sentido pésame.-[/color][/b] O algo así tenía que decir. Pero sonrió mucho por si acaso y aguardó mientras el operario que les atendía asentía y revisaba algo con otra persona. Suponía que serían sus invitaciones o algo así, no sabia nada de esos tramites, los Dioses eran bastante más sencillos en esas materias. [b]- Tendría que haber venido ella, no tú Ozara.-[/b] Fue un susurro que le hizo resoplar como si quisiera morirse allí mismo de asfixia. Lo que le respondió le salió aún más de dentro que aquél suspiro. [center][b][color=pink] Muérete, y quizás lo haga.[/color][/b][/center] [center][/center] [center][i][size=20]Callando hablo.[/size][/i][/center] [center][i]Habia nacido mucho antes que el fuego y la palabra, pero quizás hablaba ya un lenguaje indescifrable. De gestos, suspiros, miradas y silencios. Agonizantes silencios. Que quizás, decían o querían decir, pongamos por caso... tengo frío, tengo miedo, tengo hambre, no me dejes sola. [/i][/center] Habría dicho que era casi cruel. La mayor de las crueldades. Llamar al imbécil regente como el difunto Salazar. Cuando, a pesar de todo, ni siquiera en imbecilidad, le llegaba a la suela de los zapatos. Pero aquello le daba risa. Podría haberse pasado la vida riéndose. Que magnifica comedia orquestada. Se había pasado el resto de la mañana caminando de un lado a otro De la Torre. Divertida ante las miradas de estupefacción. Su larga cabellera ondeando al ritmo de sus pasos. El repiqueteo de sus tacones recordando al de sus dedos. Y los ojos cerrados. Ya no le hacia falta abrirlos. Doscientas cincuenta y siete torres inundaban el impoluto cielo. Podía ver todo lo que quisiera. [center]Ella callaba siempre, y ellos callando a su paso decían "Emperatriz Madre". Nunca regente, nunca Salazar VI, nunca impotente. Sino, Emperatriz Madre.[/center] Cuando el silencio llegaba, callando decían, Emperatriz Madre. Porque era siempre ella la que llegaba, cuando el silencio lo hacia. Cuando la vida se volvía inestable, cuando el miedo carcomía las entrañas., cuando el mundo parecía comenzar a fundirse, y el aire comenzaba a oler a sangre y cenizas. Ella era la única que siempre había estado. Ningún estúpido regente. Y los ejércitos, los ancianos, los padres y madres, los niños, eran de ella. La lealtad del reino, era de ella. Su corazón y mente, eran de ella. Porque su bienestar, siempre había sido de ella. Desde que puso por primera vez el pie en aquella tierra y Salazar la había aceptado como Emperatriz, había decidido atesorarlo. Se había ganado ser Emperatriz de todos ellos en sus corazones. [b]- Emperatriz Madre, ¿que haremos con el regente Rey Salazar VI antes de partir?-[/b] Una pregunta mordaz, que le hizo abrir sus insondables ojos y sonreír. [center][b][color=red]Nada.[/b][/color][/center] [center][i][color=red]Es lo suficientemente estúpido como para no tener que hacer nada. O lo suficientemente listo como para saber quedarse al margen haciendo su papel.[/i][/color][/center] [center][i]Pero eso lo calló.[/i][/center] [center][/center]EDITADO EL 10-12-2022 / 19:29 (EDITADO 1 VEZ)
[center][spoiler="."]2 VOTOSElena-elenita7890Hace 2 años18[/spoiler][/center] Cuando le comunicaron que debía presentarse en los aposentos de la emperatriz sin duda se vio sorprendido en parte, nunca había tenido la oportunidad de algo así en todo el tiempo en el que llevaba en el ejercito, si bien era cierto que era conocido por alguna de sus hazañas ninguna de ellas era todavía tan destacable como para algo así, sobretodo era conocido por la curiosa máscara de hierro que llevaba en su cara, que como todo el mundo sabía en aquel lugar él siempre llevaba puesta y que según los rumores no podía quitarse pues nadie le había visto hasta ahora sin ella siendo estos rumores totalmente verdaderos. Una vez delante de la emperatriz se le comunicó cual sería su misión, escoltar a una solista para el funeral de un rey de otro reino ; Auralia. Ese reino que según la historia había tomado mucha importancia en los siglos anteriores. No comprendía del todo porque la emperatriz se tomaría la molestia de algo así, pero eso indicaba que la solista era alguien importante para ella convirtiendola en algo que debía proteger desde ese preciso momento pues aunque ni sus palabras ni sus gestos lo indicaban pues Iron era alguien reservado y debido a su máscara no se podían ver sus reacciones, siempre había estado agradecido a la emperatriz porque 4 años atrás le habían encontrado perdido, sin recuerdo, sin nada siendo acogido por todos y dándole la oportunidad de que su vida tuviese un sentido. Disfrutó del pequeño concierto personal, era bien conocido que la emperatriz gustaba de hacerlo a solas, pero dejar que Iron también lo presenciase podía significar que él se había ganado la confianza para un acto como tal. Una vez finalizo sabía que era hora de ponerse en marcha y que su misión comenzaba ahora mismo, no permitiría ninguna distracción, ni tampoco ningún retraso, el tiempo era oro y debía aprovecharlo. [b][i]— [color=grey]Por aquí.[/color] —[/i][/b] Fue todo lo que salió de su boca tras despedirse de la emperatriz para emprender viaje con la solista. Su voz reflejaba lo en serio que se tomaba aquella misión y así era, se solía tomar las cosas tan en serio que algunos le llamaba "el justiciero suicida" pues no sabía cuando parar de intentar algo. Además de su máscara, portaba consigo una armadura negra, diferente a la de los soldados comunes, y una espada también totalmente diferente, su aspecto ya daba lugar a pensar que no era alguien común en el ejército aunque tampoco parecía ir vestido como para ser un alto cargo, parecía simplemente alguien bien valorado pero sin ninguna responsabilidad aparente. El carente de recuerdos emprendía el viaje que probablemente con el tiempo sin que él lo supiese cambiaría su vida. [center][/center]
[center][i]Un día dijo; "- Lo que no puedas ganar, empátalo. Lo que no puedas empatar, enrédalo. Y desde aquél entonces, de siglo en siglo, no había parado de hacerse la tonta, inventona de palabras que nada significan, maestra de diabluras que el Diablo envidia, deshumillador de los humillados, jodona, jodida, jodedora." Y quizás, dejar que lo empatasen o enredasen con música era el mayor favor que les podía hacer. Al menos la banda sonora sería de premio.[/i][/center] No le había dado tiempo a preguntarle nada. Se había quedado ahí, mientras la sacaban de la habitación junto con aquél hombre. Ni siquiera le había vuelto a mirar. Ni cuando le había hablado. Se había limitado a asentir y seguirle. Aunque ahora esa situación empezaba a resultarle muy incómoda mientras recorrían los interminables pasillos hacia la sala de teletransporte. Se permitió entonces lanzarle una fugaz mirada, que enseguida evadió al llegar a su rostro. Le costaba centrarse en él, sin poder verle la cara. Aunque a la vez, le relajaba, el hecho de que solo pudiera mantener a su cerebro entretenido en el deje de su voz. Era como cuando escuchaba música. Quizás él era como una de sus melodías. Aquél pensamiento le añadió algo de cordura. No necesitaba verle a la cara para tener una conversación normal, de igual forma que no necesitaba emitir palabra con la Emperatriz para hablar. Su oido estaba perfectamente desarrollado, podría saber sus emociones sin verle el rostro. Sería como cuando escuchaba llorar a su violín, o al menos esa idea le gustó. Y en parte, le creó cierta sensación de seguridad. [b][color=steelblue]- Pone que te llamas Iron.-[/color][/b] Lo dijo refiriéndose a la carta, y ahora que lo hacía acababa de caer en una cosa.[b][color=steelblue]- Quizás deberías leerla, pone que la Emperatriz te agradece personalmente tus servicios, y que se disculpa por no poder haber tenido tiempo de mantener una conversación formal, pero que lo hará al llegar a La Lucera. Ah, pasas a formar parte de la Guardia personal. El nombramiento ya es oficial.-[/color][/b] Calló, quizás era demasiada información. ¿Debería de haberle dejado que lo leyera él en la carta? Le había dicho que se la daría, pero no lo había hecho. Se mordió la lengua, e intentó centrarse en el frente mientras sus dedos hacían tirabuzones en su cabello castaño. Un sirviente les interrumpió al llegar a la sala. Entonces, mientras observaba como el sirviente le entregaba una caja al chico, escuchó su propio corazón trastabillar. Esa había sido la peor conversación que había intentado mantener jamás. Si Alter se enteraba se iba a pasar el resto de sus días riéndose de ella. Además seguramente se conocieran, al fin y al cabo Iron debía de formar parte del ejercito y Alter era el mayor cargo dentro de este. Seguro que aquél vejestorio estaba mas que acostumbrado y le trataba con la mayor de las naturalidades. Aquello le hizo sonreír. Enfrascada en sus pensamientos apenas había escuchado lo que les había dicho el sirviente. Al parecer sus cosas estaban preparadas y les acompañaría una chica para llevarlas. Ella sería quien le arreglase para el concierto, las ropas de los dos para ese acto habían sido elegidas por la Emperatriz. Y además en la caja que le habían entregado a Iron relucía el sello personal de la Emperatriz. Al abrirla, la piedra brilló a ojos de Delaila. Era el collar de la Emperatriz, y en una nota había escrito un escueto "felicidades". Pero de nuevo, lo importante no eran las palabras. Le había regalado su collar. El que llevaba quién sabe si eones portando. Casi sintió que se le abría la boca. [b][color=steelblue]- Enhorabuena, hacia años que no se incorporaba nadie a la guardia personal. Y al menos desde que yo estoy viva, nunca había hecho un regalo así.-[/color][/b] Le miró, y esta vez si lo hizo donde debían de estar sus ojos. [b][color=steelblue]- Lo siento, quizás he sido un poco desagradable. Ha sido todo un poco raro, y creo que ni siquiera te he dicho que me llamo Delaila...-[/b][/color] Y sonrió, quizás presa de la vergüenza. [b][color=steelblue]- Pero creo que deberías ponértelo antes de irnos.-[/color][/b] Entonces añadió. [b][color=steelblue]- ¿Te lo pongo?.-[/color][/b] Esta vez con una seguridad que hizo que su voz reverberase con la fuerza de las cuerdas del violín. Y quizás no pudiese verle la expresión al hablar, pero la Emperatriz confiaba en él, y si ella podía escuchar su voz, era más que suficiente. [center][/center]3 VOTOSCrisgv13401Hace 2 años19
[center][spoiler="."]2 VOTOSElena-elenita7890Hace 2 años20[/spoiler][/center] Iron. Ese era el nombre al que se aferraba para recordar siempre que antes de perder la memoria y comenzar a vagar tenía otro nombre y que valorase el hecho de poder tener uno, algo de lo que mucha gente no gozaba. Todos los que trataban con él siempre le recordaban por ese apodo pues como para no recordar a alguien que siempre lleva puesta una máscara de hierro en la cabeza. Dichosa máscara, era un incordio cuando le picaba la cara y no podía rascarse, o para comer pues apenas conseguía comer y solía tardar mucho mas que la persona mas lenta a la hora de comer, pero eso ya es una historia para otro momento, quizá la solista tuviese la suerte de ver ese momento cómico en algún momento ... aunque conociendo a Iron, probablemente permanecería totalmente alerta hasta dejar todo totalmente zanjado en su misión. La escuchó hablar, pero no supo muy bien que decir, Iron era un experto espadachín y un luchador con un instinto nato, pero desde luego que no era muy de expresar sus sentimientos ni de hablar con las personas... se le daba mucho mejor escuchar y comprender, quizá por ello había conseguido llegar hasta donde estaba. No recordaba siquiera ni el aspecto de su propia cara debajo de esa máscara, por lo que una vez se acostumbró a ello dejó de darle importancia, él no se interesaba en el aspecto de las personas porque él tampoco podía ofrecer esa faceta suya hacia ellas. [b]— [i][color=grey]Sí, ese es el nombre que me otorgaron.[/color][/i] —[/b] Respondió con total tranquilidad en sus palabras, como si fuese lo más normal, aunque después de todo ella no conocía su historia, y él tampoco era de ir contándola por ahí. Llegó el sirviente para informar de como debían proceder desde ese momento, no parecía que la cosa pudiese complicarse por lo que tampoco entendía porque había sido él escogido para llevar a cabo esa misión, recién ascendido ¿eh? Supongo que era algo para estar contento en ese momento ya que no todos los días alguien como él recibía un honor como ese. [b]— [i][color=grey]Todo bajo control, me aseguraré de la llegada de la señorita sana y salva, partiremos de inmediato.[/color][/i] —[/b] Respondió al sirviente para luego abrir la cajita con el sello de la emperatriz. Era un collar precioso, dudó si cogerlo por un momento pues creía por unos instantes que era demasiado para alguien como él, un soldado recién ascendido. Quizá era por lo agradecido que estaba con la emperatriz por la vida que tenía, pero representaba algo muy valioso para él. Ella había intentado hablar con él, y aunque parecía que ambos gozaban de la misma capacidad comunicativa la cual era casi nula decidió dar un pequeño paso para hacer que ella estuviese algo mas segura en su cargo. [b]— [i][color=grey]No hay nombramiento oficial sin ceremonia.[/color][/i]— [/b] Dijo para luego girarse completamente hacia ella y hincar la rodilla ofreciendo el colgante. [b]— [i][color=grey]Encantado señorita Delaila, ¿Me harías el honor de celebrar una pequeña ceremonia de nombramiento?[/color][/i] —[/b] y quizá era egoísta por su parte robarle unos minutos cuando ella tenía un concierto que dar ... pero, por algún motivo quiso tomarse el lujo de pedirlos, creía que les vendría bien a ambos, pues él tampoco había sido lo mas cortés posible con ella puesto que no se había presentado en ningún momento tampoco y simplemente le había indicado el camino. y ahí se quedó, rodilla en suelo, esperando que la solista hiciese los honores, pues quizá después de todo comprendía un poco a la joven, ella era alguien dedicada a la música, las melodías, y él para la gente era lo que su voz conseguía trasmitir, no eran tan diferentes viéndolo de esa manera. Quizá la emperatriz no estaba allí para agradecerle nada, quizá no podía hablar con él, pero seguro que ella querría que fuese Delaila la que hiciese algo como esa pequeña ceremonia... pues, la emperatriz era mucho mas que sus palabras ya que conseguía comunicarse sin siquiera tener que recurrir a ellas. [center][/center]
Asintió muy rápido, mientras escuchaba como uno de los sirvientes aplaudía. No sabía muy bien si tenía que decir algo, la verdad es que nunca había asistido a ninguna ceremonia de nombramiento. Ni siquiera para tocar. Se mordió el labio inferior casi sin darse cuenta, y le dejó el maletín del violín a la sirviente que portaba sus cosas. Recogió el collar, frio contra sus dedos. La joya azul reluciendo entre ellos. Y abrió el fino cierre con sumo cuidado. Parecía tan delicado, y a la vez, brillaba con tanta fuerza. Casi le costó apartar la mirada. Era terriblemente precioso. La joya parecía una lagrima congelada en el tiempo. Enjaulada en un bello engarce de plata. Se inclinó hacia delante y le pasó la fina cadena alrededor del cuello. Cuando sus dedos rozaron su nuca, a punto de cerrar el broche, volvió a mirarle. [b][color=Steelblue]- Recuerda Iron, mantente fiel, no cria musgo la piedra que rueda.-[/color][/b] Y sonrió mientras le terminaba de colocar el colgante. Por alguna extraña razón, aquellas palabras que le había dicho la Emperatriz alguna vez se le habían venido a la cabeza. [b][color=steelblue]- Puede que ella te hubiera dicho algo así.-[/color][/b] Sí, estaba segura de que le habría dicho exactamente eso. [center][i]"Mantente fiel, pero libre, no cría musgo la piedra que rueda."[/i][/center] Y como si quisiera darle la razón a lo que acababa de decir, mientras volvía a incorporarse la habitación comenzó a brillar. Activándose el portal que les llevaría hacia su destino. [center][size=21][b]. . .[/b][/size][/center] Mientras ellos dos llegaban, Alter había seguido haciendo abuso del derecho de expresión y había continuado haciendo hincapié en el asunto. No contento con las contestaciones de la Sacerdotiza. [b][color=pink]- ¿Te callas ya?-[/color][/b] [b]- ¿De verdad piensas decirme que tú no opinas lo mismo?-[/b] [b][color=pink]- No piensas callarte ¿a qué no?-[/color][/b] [b]- Venga ya Ozara, sabes muy bien que tu y yo no tenemos ni idea de estas cosas.-[/b] [b][color=pink]- Tengo la suficiente para saber que no deberíamos estar discutiendo esto aquí en medio pedazo de merluzo.-[/color][/b] Pero algo les interrumpió el incesante debate, o más bien alguien. Ozara había sido la primera en darse cuenta de la llegada de Delaila e Iron. Quizás algo tenía que ver que ya supiera que tenían que esperarles. Por fin iba a poder finalizar esa conversación tan desagradable. [b]-¡Pero bueno! Tremenda pareja tenemos aquí. Si es nada más ni nada menos que la música favorita de la Emperatriz con el exquisito hallazgo del ejercito Imperial.-[/b] Ozara casi sintió como se le ponían los ojos en blanco de tanto elevar la mirada. A su regreso iba a exigir que alguien le explicara con todo lujo de detalles como semejante espécimen había llegado hasta donde estaba. Aunque lo mismo podrían preguntar de ella, pero estaba segura de que los Dioses tendrían una buena respuesta para su caso. ¿No? En sus segundos de estupefacción Alter se le había escapado y se había acercado a los dos recién llegados. Con un interés renovado. Al menos podía sentirse aliviada de que no fuera a seguir con el incansable tema. [b]- Iron Iron Iron.-[/b] Estaba repitiendo demasiado su nombre. Entonces la mirada de Ozara se encontró con la de Alter observando lo que pendía del cuello del joven guardia. [b]- Por el amor de los Dioses, a eso se le llama escalar. No solo traes de pareja a Delaila, sino también el collar que la Emperatriz llevaba desde niña.-[/b] Se rió, de nuevo demasiado. [b]- Siempre te tuve por un chico un tanto suicida, pero ya no hay duda de que extremadamente listo. Has ido a hincarle el diente al hueso favorito de la Emperatriz. Créeme chico, no la dejes escapar es una buena pieza.-[/b] Empezó a gesticular con las manos, otra vez demasiado. [b]- Ya me entiendes ¿no chico? Los atributos que...-[/b] Pero calló abruptamente, la mano de Delaila acaba de estamparse en su boca. La chica le miraba roja como un tomate, mientras Ozara se llevaba las manos a la cabeza. [center][b][color=pink]De verdad Alter,[/color][/b] [b][color=steelblue]¡Ca[/color][/b][b][color=pink]lla[/color][/b][b][color=Steelblue]te![/color][/b][/center]3 VOTOSXeper1574Hace 2 años21
[center]— [size=26][i]¡Bienvenido al Rectum![/size][/i][/center] [center][/center] Le recibieron dos cabezas a unas piernas pegadas, dijo Francisco de Quevedo. Otrora dos pecaminosas ninfas ahora maldecidas a custodiar burdeles. El doctor Cho se limpió las gafas para contemplar el hoyo que había detrás de ellas, y se deslizó hacia las entrañas del hueco, descendiendo arropado por una ligera brisa que lo conducía hasta la puerta principal. No pudo evitar horrorizarse por lo que sucedía ante él. Las luces de neón relucían en los torsos desnudos de hombres y mujeres, quienes copulaban entre ellos de maneras aberrantes. Ahí había un conglomerado de enanos y obesas, o delgadas y altos, de cuerpos hermosos, deformes y mutilados. Se permitían practicar cualquier acto inimaginable, como la zoofilia o la necrofilia, sin pudor alguno de ser juzgados. Exhibían orgullosamente lo peor del ser humano. Por el contrario, el doctor Cho no sentía satisfacción por ese tipo de placeres clandestinos. — [i][b]¡Oh, dios! ¡Oh, dios mío![/b][/i] —clamó mientras corría por un pasillo estrecho, dejando atrás a la muchedumbre. [center][/center] El complejo era mucho más grande de lo que pudiera parecer a simple vista, y este se iba transformando según Cho avanzaba por él. Por ejemplo, las paredes bañadas en neón ahora lucían metálicas, y del techo colgaban cables enredados unos a los otros. Incluso le pareció ver a un perro hecho de hojalata durante el camino. Al cabo de un rato había llegado a su presunto destino. El hombre se frenó en seco cuando le detuvieron un par de individuos armados, también de apariencia metálica. — [i][b]Alto ahí. Acceso restringido. ¿Identificación?[/b][/i] —preguntó el más humano de los dos, el cual examinaba de arriba a abajo al doctor. — [i][b]¡Do-Doctor Amadeus Cho, soy su topo en la CSSH! ¡Tengo que hablar con él! ¡Es una urgencia![/b][/i] —les confesó Amadeus con identificación en mano. Vacilaron durante unos instantes, pero tras acreditar la veracidad de sus palabras, le advirtieron: — [i][b]Tan solo ten cuidado de no tocar nada. Ya sabes como es[/b][/i] —y le permitieron pasar. [center][/center] En los aposentos de Salazar Fatinson VI había una piscina tan grande como una cama de matrimonio. A su vez, la piscina estaba conectada a unas tuberías que le suministraban alimento. El Rectum era su castillo. Y como el monarca tenía todo cuanto necesitaba, pocas veces decidía salir de allí. De todos modos, tampoco es que pudiera hacerlo a voluntad. La primera vez que Cho tuvo la oportunidad de presenciar al rey, estimó que Fatinson debía pesar alrededor de diez o veinte toneladas. — [i][b]Umh... Traigo malas noticias de la CSSH, sir Salazar el Impotente y gran rey del Cuadrante Negro[/b][/i] —se refirió a su majestad. — [i][b]Habla rápido[/b][/i] —exigió la mole. — [i][b]No estoy de humor. Me he visto en la obligación de atender a esa furcia de Sezerkhan. ¿Sabías que en la corte de La Lucera le llaman "lengua de fuego"?[/b][/i] —se le hacía la boca agua según jugueteaba con su pene medio erecto. — [i][b]Me gustaría comprobarlo. Sí, quisiera sentirla. Su lengua, su fuego alrededor de mis pezones, lamiéndolos y...[/b][/i] —nada. Toda su excitación caía en saco roto. [center][/center] — [i][b]Habla[/b][/i] —insistió, irritado. Amadeus inspiró una bocanada de aire con ansiedad, y dijo de un plumazo. — [i][b]Esta mañana ha llegado a nuestro departamento un Rob-ert procedente de Saltamonte, junto a un mapa, y en el mapa había escrito la ubicación de un afrodisiaco. Pues he ido a revisarlo por la tarde, y me he encontrado con que ya no traía ningún planisferio consigo[/b][/i] —afirmó redundante. — [i][b]Sospecho que ha sido el agente Luke Monroe, tal y como consta en los últimos registros. El problema es que ha partido a dios sabe donde, y no hay forma de encontrarlo, así que yo...[/b][/i] —hubo de tragar saliva para continuar. — [i][b]Yo le aconsejaría hacer la llamada.[/b][/i] Producto de la ira y, quizás, de la frustración sexual, Salazar no encontró ningún modo de rechazar la oferta. — [b][i]Está bien. ¿Cómo se llamaban? ¿La orden de las luciérnagas? ¿Los Vikars rojos? Bah, qué más da... Llámalos.[/i][/b] [center][/center] [CENTER][/center] [center][/center] [center][size=24][url=https://www.foro3djuegos.com/nicomunidad-foros/tema/45466385/0/organizacion-black-butterflies/]Mariposas negras.[/url][/size][/center] [center][/center] Se llamaban mariposas negras. Aquel era el nombre que habían elegido para sí mismos. Habitaban una ciudad rodante que navegaba por los extensos yermos del cuadrante negro. En los días de cacería, montaban sobre seres mitológicos de cuentos y leyendas, algunos de ellos equipados con armamento que ya se creía extinto. Hoy era un día de cacería. Así lo decidió Roko, el mandamás de las mariposas, cuando fue alertado por un mensaje del führer. Mitad del desierto negro a cambio de un cuerno, aquella fue la desesperada propuesta que le ofertó Salazar. Cualquiera pudiera pensar que Roko no se vería incentivado, puesto a que un desierto es escaso en recursos, pero no estamos hablando de uno normal. Sino del desierto negro, cuyos granitos de arena valían su peso en oro. Sin embargo, y de forma incomprensible, estos granitos perdieron su brillo con el tiempo, y tan solo el monarca conocía el remedio para devolverles el color. Unánimemente, todos los jinetes pensaron que se trataba de una oportunidad única que no podían dejar pasar. [center][/center] El cabecilla de ellos escudriñó el horizonte, buscando en el viento la ruta que seguirían de ahora en adelante. La horda continuó la marcha cuando Roko señaló en dirección a La Lucera. No obstante, antes deberían cruzar por su reino vecino, propiedad de Sezerkhan. — [b][i]¡Por ahí![/i][/b] —y los motores de la ciudad rodante rugieron, porque estaba ansiosa de añadir a su colección restos de más reinos. Y cabalgaron veloces los marginados del cuadrante negro, quienes se habían adaptado al post-apocalíptico estilo de vida que ofrecía su tierra natal. Y dentro de poco, las tierras salvajes se avecinarían sobre reyes y bufones [center][/center]3 VOTOSXhepher6735Hace 2 años22EDITADO EL 17-12-2022 / 12:16 (EDITADO 6 VECES)
[center][/center] Odane era la ciudad originaria de la Santa Orden Hospitalaria de San Kastan. Hace quinientos años, el noble que gobernaba aquel territorio fundó una modesta orden monástica, prestándoles un pequeño castillo para que lo utilizasen como base. En el presente, aquel noble y su dinastía llevaban olvidados casi doscientos años, y la Santa Orden gobernaba sus bastos territorios desde aquella ciudad como su capital [i]de facto[/i]. El pequeño castillo era hoy el Castillo de San Kastan, como popularmente se les conocía. De castillo no tenía nada más que el nombre, pues edificios residenciales y administrativos habían ocupado su lugar. Y como joya de la corona, como absoluta demostración de la invencibilidad de la Orden, habían convertido su pequeño palacio en una fortaleza impenetrable; una isla flotante que, conectada con solamente un puente terrestre al resto de la ciudad de Odane, era esencialmente imposible de conquistar por ningún ejercito enemigo. — [b][color=#B87333]¿No te preguntas como un milagro arquitectónico como este es siquiera posible?[/color][/b] — [b][color=#246A0B]No.[/b][/color] — [b][color=#B87333]El vigesimo-quinto Gran Maestre, Claude Bidal d'Asfeld, organizó una compleja trama de cientos de arquitectos para diseñar una fortaleza impenetrable. Las mentes más milagrosas de Broken Core trabajaron aquí, construyendo esta obra maestra.[/color][/b] — [b][color=#246A0B]Ah, ya.[/b][/color] — [b][color=#B87333]Por supuesto, dicen que es imposible que un puente tan pequeño sostenga toda la estructura. Que los arquitectos eran un fraude y que en realidad se utilizó magia para sostener en el aire el islote.[/color][/b] — [b][color=#246A0B]Ajá.[/b][/color] — [b][color=#B87333]Nunca sabremos la verdad porque el Gran Maestre se encargó de que los responsables del proyecto nunca revelasen las fundaciones de la estructura. Ellos ...[/color][/b] — [b][color=#246A0B]Shh, calla un momento.[/b][/color] [center][/center] En medio de las calles de Odane se encontraron con un hombre mayor, armado, un soldado. La átmosfera cambió por completo para ambos. La conversación casual se detuvo por completo y el momento de descanso había terminado. Tocaba volver al trabajo. — [b][color=#B87333]¿Que haces fuera del castillo? ¿Ha pasado algo?[/color][/b] — [b][color=DarkMagenta]Venid conmigo.[/color][/b] El anciano se dio media vuelta y comenzó a caminar en dirección contraria a la que ambos hombres se dirigían. Los dos se miraron mutuamente, y en silencio, siguieron al soldado. — [b][color=#246A0B]Acabamos de llegar, ¿sabes? Queríamos ir a dormir un poco.[/b][/color] — [b][color=DarkMagenta]Preparemos unas habitaciones para vosotros.[/color][/b] — [b][color=#B87333]¿Es urgente? ¿Ha pasado algo con nuestro diplomático en La Lucera? ¿Los Kiath han respondido?[/color][/b] — [b][color=DarkMagenta]No, no tenemos noticia de ellos. No hables de temas confidenciales en público.[/color][/b] Aquella reprimenda irritó en sobremedida. El más joven de los dos quiso decir algo pero no se atrevió. Sabía que su compañero le gustaba actuar como el más responsable de los dos, y ser tratado con tal descaro no debió sentarle bien. Simpatizaba con su amigo, pero no iba a discutir con su jefe. Los tres cruzaron el puente que conectaba el barrio residencial de Odane con la isla militarizada del Castillo de San Kastan. Dentro, el ámbiente era completamente distinto. Todos sus habitantes eran soldados o trabajaban para ellos. Las pocas mujeres y niños que habían allí eran en su totalidad familiares de los miembros de la orden. La ausencia de civiles permitía conversar temas relevantes a la Orden con más libertad. — [b][color=#246A0B]Bueno, ya no estamos en público, así que deja tanto secretismo y dinos que pasa.[/b][/color] El anciano se detuvo y se giró para mirar a ambos hombres. Les observó en silencio durante varios segundos. Notaban su nerviosismo. — [b][color=DarkMagenta]El Gran Maestre ha desaparecido.[/color][/b] El silencio reinó una vez más entre los tres individuos durante un buen rato. — [b][color=#B87333]¿Perdón?[/color][/b] — [b][color=DarkMagenta]El Gran Maestre no está. Hay un vacío de poder muy serio. Se debate entre elegir a un sucesor o dedicar nuestros esfuerzos a buscarle. Hay varios auto-candidatos a sucesor y se está gestando intrigas mientras hablamos. Quiero que matéis a todos los potenciales usurpadores y encontréis al Maestre cuanto antes.[/color][/b] Un tercer silencio. Un herrero trabajaba de fondo y el martilleo del hierro distrajo al más joven. Se preguntó si necesitaría una nueva espada para su nuevo trabajo. — [b][color=#246A0B]Yo solo quería dormir un poco.[/b][/color]3 VOTOSCrisgv13401Hace 2 años23EDITADO EL 25-01-2023 / 18:55 (EDITADO 2 VECES)
Tras la celebración pude sentir gracias a la solista que ahora si encajaba un poco en la guardia real, pues tenerla a ella delante era casi como tener a la emperatriz por algún motivo, no necesitaba su presencia, ni sus propios actos para estar allí mismo, esa era la magia de aquella mujer. Delaila era su música favorita, y ella confiaba por completo en la solista por lo que era suficiente representación para él como para que la ceremonia tuviese algún valor. Habían llegado delante de la sacerdotisa y del hombre al mando del ejercito, ese hombre que ahora mismo era un padre para él, pues él mismo le había puesto ese nombre ; Iron, además de que lo que era hasta el día de hoy se lo debía por completo a él también, le había entrenado, le había enseñado a comportarse, y había permitido que alguien como él que no tenía nada que ofrecer salvo un soldado suicida mas se ganase un puesto a sus órdenes y por ello siempre le estaría agradecido. Se puso firme cuando le vio sin dudarlo ni un solo segundo haciendo el saludo militar en señar de respeto y cortesía hacia su superior. [b]— [i][color=grey]¡Señor! ¡Soldado de la guardia real Iron presente y listo para su misión![/color][/i] —[/b] Dijo siguiendo firme para ver como su cargo superior parecía estar dando vueltas a su alrededor como hacía siempre diciendo un montón de cosas, desde luego en ese no iba a cambiar, siempre tenía unas ideas muy descabelladas en la cabeza, quizá por eso Iron le admiraba, por se inspiraba en su locura para sacar fuerzas siempre en sus conocidos actos suicidas. Escuchó lo que dijo, ¿La emperatriz le había dado un colgante que había guardado desde que era una niña? Eso era mucho tiempo, bueno, no quería asumir la edad de la emperatriz pero parecía alguien que había vivido muchisimos años, ese colgante debía ser algo especial para ella. Iron lo miró agarrándolo levemente con su mano derecha para verlo un poco más de cerca. [center][/center] [i]Cuando miró el colgante su mente se sumergió en si mismo. Podía escuchar una leve voz que parecía dirigirse hacia él.[/i] "...." [center][size=16]"...."[/size][/center] [right][size=20]"...."[/size][/right] [center][size=20]" ¡Venga, vamos a jugar![/size][/center] [i][center]Era la voz de una niña que le gritaba con todas sus ganas que fuese a jugar. Iron lo intentó pero cuanto más quería hacerlo mas lejos escuchaba la voz. Hasta que llegado el momento dejó de escucharla.[/center][/i] [center][/center] A los pocos segundo pudo volver en si, había sido una sensación muy extraña, era como si un pequeño recuerdo de su pasado emergiese cuando miró el colgante, había reaccionado a ello por algún motivo, quizá por lo mucho que significaba ahora mismo para él tras esa revelación. Dejó descansar el colgante de nuevo sobre su pecho para contestar a su superior, giró su mirada hacia Delaila para luego devolverse hacia él aunque debido a la máscara realmente no se pudiese notar la intensidad de su mirada. Apretó su puño en señal de decisión. [b]— [i][color=grey]No se preocupe, la señorita Delaila es importarte para la emperatriz...[/color][/i] —[/b] Dijo haciendo una pausa para luego continuar con una decisión renovada. [b]— [i][color=grey]Eso la convierte en alguien preciada para mi también ¡La protegeré con mi vida![/color][/i]— [/b] Dijo haciendo esa promesa delante de su mentor, su héroe, y de la mujer que juró proteger a partir de ahora aunque su vida tocase fin por ello. [center][/center]3 VOTOSElena-elenita7890Hace 2 años24
Su larga cabellera blanca ondeaba al viento. Portaba una chupa de cuero desgastada, y un pañuelo marrón al cuello. Que no se sabía si marrón por la mugre, o por el color. Tenía una expresión de pocos amigos, aunque reía mucho. De hecho, se había reído durante toda la reunión mientras exigía uvas. Le gustaba llegar a acuerdos con la clase de gente que era la Emperatriz. Pese a las malas lenguas él siempre había sido un hombre de acuerdos. Aunque puede que no del todo favorables para ambas partes. Aunque eso ya se estaba encargando alguien de descubrirlo. Arrastraba una cadena que pendía del collar del cuello de un hombre. Cuya cabeza poseía enmarañados y graciosos pequeños tirabuzones rubios. Pero lo que decía su boca no era gracioso, aunque su captor no parase de reírse con sorna. [center][b][color=blue]¡Qué cojones haces jodido demente![/b][/color][/center] [b][color=blue]Viola niñas.[/b][/color] [center][b][color=blue] Sucio esclavista.[/color][/b][/center] [right][b][color=blue] Asesino de Salazares.[/color][/b][/right] [center][b][color=blue]¿¡Es que no la has escuchado?![/color][/b][/center] [center][b][color=blue]¿Qué parte de cuidarle no has entendido jodido psicópata? Que soy el puto heredero del Emperador Alexander Monroe. El puto explorador de Broken Core. ¿No ves el rubio angelical de mi pelo? ¡Qué lo mires capullo! ¿El puto Alexander Monroe te suena de algo? Pues su jodido hijo. ¿Y la jodida niñera? Sezerkhan pedazo de imbécil. La misma que te ha dicho que me escoltes. . . . ¡Que sé llegar solito! ¡Que te juro que les conozco! Su jefe es el jodido Roko. ¿Me escuchas?[/color][/b][/center] Se paró en seco, y colocó la silla que llevaba en el brazo izquierdo en el suelo, desplegándola. Como si se fuese a montar un maldito camping. Se sentó mientras miraba al horizonte, esperando. A su espalda las inmensas murallas del Imperio y como estrellas formando constelaciones las torres en el cielo. [b][color=blue]- Eso, tu ponte cómodo cojones. - No te me canses. - A ver si te van a doler las piernas para luego llevarme de vuelta a rastras.[/color][/b] Pero tiró de él, mientras las risas se intensificaban y el suelo empezaba a retumbar. Parecía que la tierra se abriría en dos justo bajo sus pies, pero no le importaba en absoluto. Descorchó con los dientes una botella y escupió el corcho. [b][color=blue]- Es que me cagaba en tu estampa. - Te dejaba un truño... - Pedazo de truño. - Hasta el gato de Bern vomitaría.[/color][/b] [right][b]- Seguro habré visto mierdas mejores.[/b][/right] Y le soltó de las cadenas, dejándole caer contra la tierra al tiempo que el polvo le llenaba los ojos y le impedía ver qué era lo que había llegado. La hordas de bárbaros habían llegado. Y ellos eran la puta comitiva que debía... ¿recibirles? [center][b][color=blue][size=21]- ¿Sabes qué Seeker?[/color][/b][/size][/center] [center][b][color=blue]Se nos ha olvidado el puto té. Y tienen pinta de beber té. Todos los poderosos beben té. Y Roko también. Y tú tenias que traerte una puta botella de vino... Menuda falta de tacto.[/color][/b] [/center] [center][/center]3 VOTOSXeper1574Hace 2 años25
[center][/center] [center][i][size=20]En un lugar de Aevelin cuyo nombre no me apetece pensar...[/size][/i][/center] [center][/center] Había miles de habitantes, lugares de ocio y negocios, avenidas dinámicas y repletas de vida. Extranjeros deseaban vivir en ellas, y los comerciantes competían por vender sus productos en esos mercados tan lucrativos. Hoy nos encontramos en las calles de oro junto a Egan Kyler, un individuo cubierto por una túnica de la cabeza hasta los pies. Iba acompañado de un niño y su carnero, además del cocinero Soos, que era una suerte de foca parlanchina. El hombre encapuchado conversaba largo y tendido... — [b][i]¿Un traslado?[/i][/b] — [b][i]Ac. ¿No te has enterado? Sátiros y Centauros están migrando al Este. Eso tan solo puede significar una cosa. Dentro de poco volverán las Mariposas Negras, y yo no pienso estar aquí para cuando pasen a saludar[/i][/b] —asegura rotundamente Goblin, el mercader, con un acento exótico. — [b][i]Auret augori, "Kyler". No tengo nada más que ofrecerte... salvo esto[/i][/b] —con dudas, el fuereño extiende su mano e inclina la cabeza, brindando a Egan una amistosa despedida. — [b][i]Igualmente, Goblin. Ha sido un placer trabajar contigo. Corès.[/i][/b] [center][/center] La conversación finalizó del mismo modo que se dio, alejándose Egan del puesto ambulante. Las calles, como era habitual, estaban abarrotadas y a duras penas se podía caminar por el asfalto. Sin embargo, el descendiente del fénix identificó a sus compañeros en un santiamén. — [b][i]Levantate, muchacho. Nos vamos[/i][/b] —se dirigió al niño que aparentemente escoltaba, el cual yacía en el suelo de rodillas y jugaba con un muñequito de madera. — [b][i]¿Por qué?[/i][/b] —preguntó el infante. — [b][i]Porque es peligroso quedarse aquí.[/i][/b] — [b][i]¿Por qué?[/i][/b] — [b][i]Porque este lugar dejará de ser como antes.[/i][/b] — [b][i]¿Por qué?[/i][/b] — [b][i]¡Porque sí! ¡Deja de preguntar y ponte de pie![/i][/b] [center][/center] Alexander, que así se llamaba el niño, comenzó a sollozar cuando Egan le cogió bruscamente del brazo y, tiró de él con tanta fuerza, que de un momento a otro ya se encontraba sentado sobre el carnero. Por alguna razón que el muchacho aún desconocía, Egan nunca sonreía. Era Peludito quien hacía sonreír a Alex, y le libraba de volverse tan triste como todo lo demás que le rodeaba. Peludito no era triste, era un carnero blanco, de pelo largo y sedoso, y ojitos negros que parpadeaban alegres a cada lado de su nariz pequeñita. Peludito y Soos jugaban todo el día, y Alex jugaba con ellos y los quería mucho. No perdieron el tiempo, así que en un periquete la comunidad del anillo había emprendido la marcha. Durante el camino, Soos y Egan discutieron un poco sobre lo sucedido. Se encontraban en un carromato sin rumbo determinado y empujado por Peludito. — [b][i]Alex no puede dormir. Has sido un bruto, Egan[/i][/b] —regañaba la foquita al conductor del vehículo. — [b][i]Necesita que lo sea. Tú deberías saberlo mejor que nadie[/i][/b] —contestó el Kyler zanjando el tema por su parte. — [b][i]Le compadezco aun si es así, todo está yendo de mal en peor y... ¿qué haremos ahora?[/i][/b] [center][/center] [i]"Nos hemos quedado sin opciones"[/i], pensaba Soos. El pobre animal se sentía atrapado en una huida a contrarreloj, ya fuere por un motivo u otro. De hecho, había olvidado la última vez que pudieron detenerse a descansar. No pudo evitar entristecerse de nuevo al pensar en lo desdichada que había sido la infancia del pequeño Monroe. En que merecía unos padres que le cuidarán y mostrasen afecto. Egan respondió cuando vio humedecerse los ojos de su acompañante y, no sabría hasta mucho más adelante, que el destino pondría a prueba sus palabras: — [b][i]Lo que siempre hemos hecho. Sobrevivir.[/i][/b] [center][/center]4 VOTOSJasak13445Hace 2 años26EDITADO EL 15-12-2022 / 18:33 (EDITADO 5 VECES)
[center][size=29][b][ En algún lugar del universo. ][/b][/size] [/center] Era un día como otro cualquiera en el [b]reino de Soak[/b], robos, fiestas, orgias, algún que otro ritual satánico con bebés recién nacidos, nada fuera del otro mundo ni que alertase a la población puesto que ya estaban más que acostumbrados, aquel planeta era un completo desastre, pero sorprendentemente funcionaba a las mil maravillas y todo el mundo era feliz allí. Lo que no era normal fue un terremoto que hizo temblar de manera exagerada al planeta, tal eran los seísmos que por un segundo en lugar de cuadrado parecía que el astro era circular, extraño sin duda, por suerte para todos no duró demasiado, unos cuantos minutos. Cuando todo el mundo se había calmado volvió la preocupación del pueblo al observar el cielo, estaba azul y con nubes blancas, para nada a lo que estabas acostumbrados que era un paramo psicodélico de colores, con dinosaurios y otros seres flotando en él. Todo el mundo corría como pollos sin cabeza y dando gritos, incluso los propios pollos sin cabeza. Mientras el pueblo montaba revuelo un pequeño ser se asomaba a la ventana de un imponente edificio en medio de la capital del reino, se trataba del alcalde, lo llevaba siendo desde hacía siglos. Al principio no se preocupó demasiado, se podía esperar que fuese un cambio de dimensión, un ataque enemigo o cualquier otra cosa, estaba ya más que curtido en estas cosas, pero por primera vez en mucho tiempo se sorprendió al contemplar aquel paisaje, puesto que ya lo conocía. —[b] No puede ser, esto es...[/b] — Aquel ser pequeño de pelo azul abrió la boca del asombro. — [b]Creative Stories[/b] — [center][/center] De su pequeño bolsillo sacó un cigarro —[b] Joder esto si es rol[/b] — Le dio una calada y miró a [i]cámara[/i] —[b] Si lo se, acabo de romper la cuarta pared, pero tranquilos solo estoy para la presentación, luego no apareceré más [/b] — Se aclaró la garganta y salió corriendo de aquel edificio hasta llegar a la zona de teletransportes, una vez allí cogió uno hacía el castillo, solo había una persona por encima de él, y ese era el rey. [center][size=29][b][ Unos minutos después. ][/b][/size][/center] Mini Narak se encontraba arrodillado frente a un trono imponente, en él había un joven de pelo azul con rostro calmado, en su mano derecha una esfera carmesí que parecía tener vida propia, y en la derecha una corona con la que estaba jugando. A los lados de este las dos personas fuertes del reino, si la gente de fuera decía que el rey era un demonio se podría considerar que estos dos sujetos eran los cuernos del demonio. A la derecha una chica de cabello rojo con armadura que portaba una gran katana, su rostro estaba cubierto por un yelmo así que ocultaba su expresión, igualmente estaba centrada en la protección por lo que no prestó atención a la conversación. A la izquierda un enigma, no se sabía si era chica o chico, ni siquiera si era humano, pues usaba el arma ancestral de camuflaje, una capucha, su físico era todo un misterio incluso para Mini Narak, casi podría decirse que no lo habían diseñado aún. El rey esbozó una sonrisa después de oír toda la historia. — [b][color=#1E90FF]¿Todo es real? Pues que interesante, quien me diría que este reino tiene su historia y que no fue fruto de un Dios con problemas de alcoholismo y drogadicción. [/color][/b] — La sonrisa se transformó en una risa al ritmo con el que jugaba con la corona. [center][/center] Nak, que así era el nombre de aquél rey se levantó de su trono y tiró la corona a un lado. — [b][color=#1E90FF]Así que mis abuelos eran un chico con complejo de zorro y una psicóloga esquizofrénica, raro es que haya salido normal[/color][/b] — De repente se pudo escuchar una tremenda explosión de fuegos artificiales al fondo seguido de una multitud de gritos, eran decenas, pero de entre todos destacó uno que decía: [i]Polvoraaaaaa[/i]. En ese momento el rey hizo una mueca. — [b][color=#1E90FF]Bueno, salido y mantenido, aunque nunca llegué a conocer a mis padres, a saber como eran ellos, igual cortaron el ciclo de locura.[/color][/b] — Se encogió de hombros y se teletransportó detrás de Mini Narak. — [b][color=#1E90FF]Te dejo a cargo del reino, quizás no sea tan fuerte como ellos, pero llevo queriendo explorar desde pequeño, cuento contigo[/color][/b] — Le puso la mano en el hombro y le dio una sonrisa cálida. Mini Narak no dijo nada, simplemente asintió aceptando la decisión del rey y se retiró, no había ni necesidad de anunciarlo, la mitad de la población ni se daría cuenta, y a la otra mitad le daría igual, por lo que no habría mucho cambio. Cuando Nak miró atrás para irse finalmente pudo ver como el sujeto de la capucha había desaparecido, y como la chica de la katana estaba pegado a él, fuese donde fuese ella la iba a seguir aunque no quisiera, así que se acostumbró a eso. Tocó el hombro de la chica y ambos aparecieron en lo alto de una montaña, donde se quedaron un rato observando el paisaje. Tras esos segundos Nak se crujió los dedos y miró al horizonte. [center][size=20]— [b][color=#1E90FF]Es hora de explorar.[/color][/b] —[/size] [/center]4 VOTOSXheper3431Hace 2 años27
[Center][/center] En una discoteca ubicada en una ciudad, cerca de Aevelin, los viajeros pasaban un rato de fiesta antes de seguir el camino hacia el reino. Dentro siempre se podía encontrar toda clase de personajes (algunos más extraños que otros) y aprender nuevas y emocionantes historias de cada uno de ellos. Quizás también ligar con algunos. Al otro lado de la barra, un encapuchado observaba todo con una mirada oscura y llena de odio. En otras discotecas, alguien así destacaría. Pero no en ésta. —[b] Pues yo el otro día vi a un tío con gabardina negra bastante llamativo. Su vestimenta me sonaba mucho...me dejó con una sensación de dejavú. Ni puta idea de quién era porque no se le veía la cara, pero daba mal rollo.[/b] — Comentaba un cliente sentado en la barra. —[color=#ff69b4][b] ¡Vaya! Eso suena guay y tal...pero mi historia es mejor.[/b][/color] — Respondió un joven a la extraña anécdota del cliente. — [color=#ff69b4][b] Es bastante surrealista pero escúchame bien porque es cien por cien real: Vi a un tío transformarse en oso. ¡Y podía caminar a dos patas! Eso sí que fue raro. Es que además pasó hoy. Es que además pasó hace poco. ¡Es que ADEMÁS está....![/B][/color] — El joven detuvo su relato repentinamente cuando otro de los clientes que estaba sentado en la barra junto a ellos le propició un codazo. —[color=#ff69b4][b] ¡Auch! Joder, que no iba a decir nada raro...[/b][/color] Todos los que estaban escuchando el relato del joven repararon en que aquél que lo interrumpió era alguien bastante llamativo. Olía fuerte, tenía una barba descuidada y unas pintas de mala muerte. [Center][size=20][color=sienna][b] Si seguís mirando tanto se os van a salir los ojos[/size][/b][/color] [/center] Los clientes se miraron entre ellos por un instante y se levantaron de sus respectivas sillas. El joven aún se estaba lamentando del codazo de antes. Conforme se marchaban, uno de ellos chocó con el encapuchado. El encapuchado se disculpó y, tras unos instantes, se marchó de la discoteca también. —[color=#ff69b4][b] ¡Nisiquiera me ha dado tiempo a contarles la historia del payaso ese que se teletransporta y hace cosas raras! ¿Por qué has hecho eso?[/b][/color] — El joven miró a su compañero de taburete mientras se quejaba. Aquel tipo con cara de pocos amigos no le prestó mucha atención. Su mirada estaba fija en el encapuchado que se acababa de ir. —[color=#ff69b4][b] ¿Hum? ¿Qué miras? ¿El de la capucha? Sí, acaba de robarle todo el dinero a ese tío al chocarse con él. Nada nuevo, yo sé hacer cosas mucho más guays que eso. Sabes...una vez estaba caminando por esta misma calle de discotecas y vi...[/b][/color] — Mientras hablaba, su sombrío compañero se levantaba de la barra sin hacerle mucho caso. —[color=sienna][b] Ten. Quédate el cambio.[/b][/color] — El hombre dejó un par de monedas a la camarera y se marchó, dejando solo al joven, que seguía hablando con los ojos cerrados ensimismado por su propia historia. Al salir, no vio rastro del encapuchado. El guarda de seguridad le saludó con un gesto familiar. El hombre aún llevaba en la mano su vaso...o mejor dicho, toda una botella del bar, pero el de seguridad no parecía darle importancia. Suspiró y comenzó a marcharse...pero tras [I]olisquear un poco[/I], se giró hacia el edificio enfrente de la discoteca. Pudo vislumbrar algo en lo alto de éste y, en cuestión de segundos, subió de varios saltos al tejado. Efectivamente, el encapuchado de antes se encontraba ahí. [Center][/center] —[color=red][b] Vaya si eres rápido. Bueno, todo lo rápido que puede ser una vieja gloria como tú. Nisiquiera deberías estar aquí, ¿no? Quiero decir...tienes más años de los que aparentas. Te tengo estudiado...pero esto no me lo esperaba. Nisiquiera entré aquí sabiendo que estarías. Normalmente vienes los viernes y los sábados.[/b][/color] — Dijo, con una bolsa en la mano. —[color=sienna][b] Corta el rollo y ve al grano, anda. ¿Quién coño eres?[/b][/color] El encapuchado dejó caer la bolsa y la pateó hacia el tipo duro. —[color=red][b] Toma, anda. Te hace más falta que a mí. De verdad que no te esperaba por aquí...pero cuando te vi quise comprobar algo. ¿Has subido para coger de vuelta la bolsa?[/b][/color] — Su pregunta era genuina. De verdad tenía curiosidad por saberlo. —[color=sienna][b] Se supone que vas de listillo. Me la suda la bolsa, la droga, el dinero o lo que sea que le hayas quitado a ese pardillo. He venido a por ti. Llevo un tiempo dando contigo. Una o dos veces a la semana desde hace unos meses. ¿Quién cojones eres y qué quieres de mí? Hasta ahora te había dejado a tu bola...pero ya me llevas tocando demasiado las narices.[/b][/color] El encapuchado soltó una pequeña carcajada. Luego señaló la bolsa de nuevo y volvió a reírse. —[color=red][b] Eres patético. Todos lo sois. Solo estoy perdiendo el tiempo observando inútiles. No eres más que un puto viejo que no tiene donde caerse muerto...porque no puede morir. Vienes aquí a divertirte...no sé ni cómo te dejan entrar. Quédate con eso si quieres, que yo no la necesito. Y tranquilo, que no te volveré a molestar en un tiempo. Al menos hasta que valgas la pena.[/b][/color] — Sus palabras sonaban tanto a broma como a insulto. Sin dejar tiempo a ninguna respuesta, el encapuchado saltó del tejado. [I]Tan tarde y en la discoteca un miércoles...[/I]pensó el hombre. Demasiado alcohol y poca furia tras unas respuestas tan infantiles fueron los motivos por los que nisiquiera se dignó a ir tras el encapuchado. —[color=#ff69b4][b] ¡Eh, Logan! ¿Dónde estás? ¡Que aún no he acabado mi historia![/b][/color] — El joven salió de la taberna tambaleándose y en busca de su amigo. El guardia de seguridad se limitó a reír. Logan soltó un nuevo suspiro. Se sentó en lo alto del tejado y se dispuso a beber de su botella. Tampoco tenía nada mejor que hacer, ¿no? [Center][/center]4 VOTOSTakretm-1212219Hace 2 años28
— [color=dodgerblue][b]Admiro la rapidez de tus palabras, más a veces eso, como al andar, nos lleva a tropiezos.[/b][/color] — decía, recuperando su afable sonrisa. — [color=dodgerblue][b]Los mortales son los que rezan a los dioses para que les ganen sus batallas. Las mujeres de los que van a la guerra rezan en sus casas para que traigan a su marido sano y salvo.[/b][/color] — Por primera vez en toda la conversación Jhaos pasó a una nueva expresión: sorpresa, en cuanto escuchó que no querían dinero. Contemplaba como el hermano era algo más reservado que la chica, quedándose cada vez más con la actitud de ambos. Escuchaba atento a las palabras del enviado, asintiendo con una leve sonrisa cuando terminó de hablar. — [color=dodgerblue][b]Eso es lo que me llega a concernir, nosotros no somos un reino de Broken Core. Nosotros somos Auralia, todo el planeta es nuestro reino. Y poseemos... en fin, ciertas cosas que estoy seguro que son de interés de otras personas.[/b][/color] — tras corregirle aquello, prestó aun mayor atención a la petición del chico, quedándose, tras escucharlo, un silencio incómodo en el aire. Ambos enviados podían notar en el ambiente cierta hostilidad, como si aquella petición fuese una ofensa directa. Pero tras eso, el ambiente se calmó de pronto, ofreciendo de nuevo Jhaos una sonrisa. — [color=dodgerblue][b]Vantis, ¿cierto? Y tú eras Mikela.[/b][/color] — De nuevo otro silencio. Estaba analizando a aquellos dos que tenía en frente. Estos podrían incluso dudar si Jhaos estaba considerando la posibilidad de matarlos ahí mismo. — [color=dodgerblue][b]Estoy seguro de que mi hermano no tendrá problema alguno en garantizaros lo que nos pedís.[/b][/color] — — [color=dodgerblue][b]Nuestros cimientos se construyeron sobre el ideal de Justicia. Y, ciertamente, estáis pidiendo algo justo. Como podéis comprender no podemos garantizaros un reino a la altura de los grandes, obviamente no serán Aevelin, Auralia o ni siquiera como Beildan.[/b][/color] — pausó. — [color=dodgerblue][b]Eso es algo que cuesta mucho más construir, y, sobretodo, derramar sangre. Pero eso no es nuevo para vosotros. Se vienen tiempos difíciles, el hecho de ya no contar con una organización bélica, sino con todo un reino, por menor que sea, es ya una mejor idea. Y Broken Core es grande, no tenemos interés alguno en abarcar más por nuestra parte, pero sí en otras cosas que podemos encontrar comunes. Comunicadle a vuestro Gran Maestre que una vez estemos en el cargo...[/b][/color] — [center][size=20]— [color=dodgerblue][b]Tendrá a los mismos dioses de su lado.[/b][/color] —[/size] [/center] De vuelta en la ceremonia, se estaba comenzando a dar por finalizado el evento, agradeciendo los sumos sacerdotes la asistencia de los que allí se encontraban, pero la Gran Catedral de La Lucera iba a cerrar sus puertas para el luto privado. Los Kylers se iban marchando, otros Anarkyn igual, junto a Donquixotes y a demases casas de renombre. Xanadh simplemente respiró, aliviado porque todo eso iba a terminar, puesto que ahora quedaban asuntos más importantes... como la coronación, cuanto antes, de un nuevo rey. Y amigos, tras esto debe haber un pequeño time-skip en lo que a la coronación respecta, que será de unos días hasta que se de el "golpe de estado" y se instauré al rey que será en los próximos comentarios, así avanza la trama.3 VOTOSCrisgv13401Hace 2 años29
[center][/center] [center][size=12][i]El cosmos[/i] es [b]la fuerza vital del universo[/b]. Es la [i]capacidad[/i] para [b]agarrar las estrellas[/b] con las manos y reducirlas a simples átomos. Tales actos solían estar reservados solo para [i]divinidades[/i], seres [i]superiores[/i]. Lo malo de que haya seres [i]superiores[/i]... es que hay seres [i]inferiores[/i]. Seres de los que se [u]abusa[/u], a los que se les da una [u]falsa seguridad[/u], una [u]protección bajo sumisión[/u]. Pero ¿Qué pasaría si todos pudiesen usar dicha energía? o [b]más bien nadie[/b]. Hubo un tiempo donde alguien decidió robar [b]el cosmos[/b]. [i]Embelesado[/i] por la idea de[b] poder coger las estrellas[/b], [i]cegado[/i] por la idea de acabar con la opresión de su lugar natal tomó el poder que solo los [i]dioses[/i] tenían. Dicho ladrón se ganó un apodo. [b][i]"El Prometeo Espacial."[/i][/b] [i]Para su sorpresa cuando su pueblo tuvo la capacidad de luchar, de hacer frente a esos superiores... cuando los que llevaban siglos oprimiendolos ya no tenían el poder para hacerlo... cuando ambos estaban en las mismas condiciones...[/i] [b]Nadie[/b] luchó, [b]nadie[/b] quiso enfrentarse a ellos. [u]Su Espiritu[/u] de lucha había sido extinguido y ya no quedaba nada que los hiciese recuperarlo. Lejos de estar agradecidos su propia gente le repudió, le temían, creían que con todo ese poder ahora sería él quien gobernase y no los dioses. Fue así como [b][i]"El Prometeo Espacial"[/i][/b] fue [i]olvidado[/i] y [i]expulsado[/i] por la eternidad por [b]miedo[/b]. [u]Hoy no se sabe nada de él.[/u] Pero quizá este mas cerca de lo que todos piensan, aunque... después de tantos años probablemente nadie le recuerda ya. Su historia fue [i]olvidada[/i], fue nombre fue[u] tachado[/u], su pueblo [i]herradicado[/i], hasta puede que incluso el mismo hubiese [b]muerto[/b].[/size][/center] [center] ———————————————[/center]3 VOTOSXeper1574Hace 2 años30EDITADO EL 18-01-2023 / 03:12 (EDITADO 2 VECES)
[center][spoiler="Temazo."]3 VOTOSXhepher6735Hace 2 años31[/spoiler][/center] [center][/center] Aquella mañana se había levantado con una erección tan grande como el mástil de un barco. Ese desgraciado y bochornoso, pero también rutinario evento, al que todos nos vemos sometidos alrededor de los trece años. Adolf Dickcock también era un esclavo de las sorpresas matutinas. No obstante, en su caso no eran provocabas por sueños eróticos o de ninguna otra clase sexual. Cada mañana levantaba a su pequeño amiguito observando miembros mutilados en su nevera. Los tenía de todos los tipos; manos, pies, torsos, pechos, vaginas, pollas en, literalmente, vinagre... ¡Decidido, a cascársela que iba! Después de beberse un café sin azúcar, Adolf cogió una mano pocha del frigorífico y se puso (valga la redundancia) manos a la obra. La paja duró entre cinco y diez segundos, lo cual en realidad le suponía un merecido récord. Para su desgracia, Adolf no se podía permitir distraerse con todo aquello. El móvil del agradable sujeto había empezado a vibrar a máxima potencia y, sin remedio, hubo de coger la llamada. — [i][b]¿Moshi moshi?[/b][/i] —era el saludo habitual entre los cazadores de mutantes. — [i][b]¿Estás seguro? ¿Logan? ¿Cerca de Aevelin?[/b][/i] —colgó tras obtener las respuestas que exigía. [center][/center] En el momento de esta narración, Adolf se encontraba rodeado de gelatinosas vísceras y entrañas. Cerca de Aevelin había una residencia donde solían abundar ancianos mutantes, destinados ahí ya fuere por su baja pensión u otros motivos que te vas a inventar tú. La cuestión es que un disfrazado Adolf hizo honor a su nombre y no dejó a ningún armatoste en pie. O así lo pensó el caza-mutantes hasta que escuchó un leve gemido de un abuelito, precedido de un razonable lloriqueo. [i]"Plop."[/i] Eso es lo que se escuchaba cuando los dientes arrancados del viejo tocaban el agua. — [i][b]Escucha. Hacen "plop" cuando caen al vaso[/b][/i] —redundaba Adolf en lo redundante. Y hacían [i]"plop"[/i] otra vez, sujetando con unos alicates las encías del hombre para tirar de ellas con fuerza. La sangre brotaba de las raíces a borbotones y tintaba el agua de un color rojizo como el vino. [center][/center][center][i][size=13]"Plop"[/size][/i][/center] — [i][b]¿Vas a matarme?[/b][/i] —preguntó el anciano al fin, en un sorpresivo momento de descanso otorgado por Adolf. — [i][b]¿Qué color te gusta más? ¿El [color=blue]azul[/color] o el [color=red]rojo[/color]?[/b][/i] —le sugería Dickcock entre un pintalabios de un color u otro. — [i][b]¡Por favor! ¡Déjame ir! ¡No quiero morir![/b][/i] [center][/center] A su juicio, una de las mejores obras de arte que había realizado hasta la fecha. Los intestinos rosados del abuelo habían quedado despatarrados por el suelo, junto a un montón de putrefactos cadáveres. Estaba pegado a la pared por encima de los demás difuntos y tenía los brazos extendidos de un lado a otro. Más tarde el cuerpo sería descubierto por los agentes de la Agencia, quienes darían más importancia a aquel simbolismo religioso, que a los labios en los que se dibujaba una sonrisa de un mate bermellón. En un edificio paralelo al de Logan, el cazador de mutantes se sienta contemplando el cielo estrellado en su auge más brillante. Y en su maníaca inquietud, piensa en si el lobo al que persigue también ofrecerá sus respetos a la luna. [center][/center]EDITADO EL 18-01-2023 / 18:11 (EDITADO 8 VECES)
— [b][color=#246A0B]Joder cuantos comentarios, así no hay quien le siga el hilo a esto. Aquí hace falta una recopilación como las de Crisis Crusaders.[/b][/color] — [b][color=#B87333]Pues vas apañado.[/color][/b] [i]Odane, capital de la Santa Orden Hospitalaria de San Kastan[/i] [center][/center] La cálida brisa que provenía del otro lado del portal era suficiente para mantener el calor de todo ese desierto interminable. Un mar de arena que no tenía principio ni final, que se erigía en el espacio entre espacios y donde el tiempo no existía. Siempre que entraba allí, tenía miedo de que al volver a su mundo se encontrase que habían pasado siglos y que todas sus favoritas prostitutas habían fallecido. Eso era lo único que le preocupaba perder. El resto era material y lo material se puede recuperar. — [b][color=#246A0B]Gran Maestre, me han encargado que te busque. Dicen que has desaparecido. ¿No podrías haber escrito una nota antes de pirarte al más allá?[/b][/color] Siempre sentía un escalofrío incómodo al atravesar la puerta entre dimensiones, como si el oxígeno que respirase hubiese sido cambiado a traición por veneno gaseoso y estuviese entrando en una trampa mortal. ¡No respires, o morirás! Se aguantaba la respiración hasta que no podía aguantarse más, y entonces llenaba sus pulmones de ese aire caliente. Y de arena. Y expiraba. Y seguía vivo. El miedo se le quitaba pero el malestar continuaba. El malestar y la arena en sus pulmones. — [b][color=#246A0B]También me han pedido que mate a los que quieren asumir tu rango. ¿Debería decirles que estás por aquí o ...?[/b][/color] No tenía paciencia. Era un defecto suyo, era consciente de ello. Todos en la Orden tenían paciencia. Ser paciente es una virtud, como la temperancia o la frugalidad. Ser virtuoso estaba bien. Pero él no era capaz de hacerlo. No podía esperar a esos silencios melancólicos que ese hombre se traía cada vez que le dirigían la palabra, especialmente cuando se encontraban en ese maldito desierto sin final. Maldita sea, ¿dónde estaba el final del desierto? Quería correr hasta perderse, pero si se perdía y no había final ... [center][/center] — [b][color=DarkSlateGray]Mátalos entonces. ¿Algo más?[/b][/color] El Gran Maestre habló con tanta apatía que parecía que su alma hubiese sido sustituida por un agujero de proporciones tan gigantescas como el horizonte de ese maldito, maldito desierto. — [b][color=#246A0B]Te acabo de preguntar si debería decirles que estás aquí, o me hago el loco y digo que no sé dónde estás.[/b][/color] — Otro silencio. Mataría a su propio Gran Maestre como le hiciese esperar un segundo más. Afortunadamente esta vez le respondió más rápidamente. — [b][color=DarkSlateGray]Sabes que no debes decírselo a nadie. Ya volveré. Mantén el orden hasta entonces. Confío en tus capacidades, Shura.[/b][/color] — [b][color=#B87333]¿Y cuando dijo que volvería?[/color][/b] — [b][color=#246A0B]No lo sé, dijo "ya volveré".[/b][/color] — Agravó su voz apropósito para decir esa frase. — [b][color=#246A0B]Y luego se quedó callado y se quedó mirando a la nada, como siempre que va a ese puto sitio.[/b][/color] — El hombre se sentó en su butaca. Apoyó su frente en sus manos entrecruzadas, meditando con la paciencia que le faltaba al joven. Se encontraban en una pequeña habitación dentro del Castillo de San Kastan. Habían pasado doce horas desde que les habían dado la orden de asesinar a la mitad de los altos rangos de la organización, y once horas desde que Shura había buscado a su Gran Maestre en [i]el otro lado[/i]. Contó su experiencia con pocos detalles, algo que molestaba a su compañero. Al menos había sabido transmitir lo más importante. — [b][color=#246A0B]Estamos jodidos, ¿verdad?[/b][/color] — — [b][color=#B87333]No. No, claro que no. Siempre vuelve. No, escucha, lo que dijo tuvo sentido.[/color][/b] — [b][color=#246A0B]¿Tú crees? A mí me dio la impresión de que me dijo implícitamente "vete a tomar por culo que me molestas".[/b][/color] — [b][color=#B87333]¡No! Escucha, esta todo planeado. Pronto la Orden será una orden militar y un reino. Es un momento especial. Debemos mantener la organización junta hasta entonces. Los que quieran usurpar el trono serán castigados. Si estaban esperando a cualquier oportunidad para rebelarse, ¿qué importa matarlos ahora que después?[/color][/b] — [b][color=#246A0B]No sé yo, pero tampoco tenemos otra opción.[/b][/color] Shura se levantó, caminó hasta la esquina del cuarto y recogió el equipamiento que había dejado allí tirado sin cuidado. Se equipó con locos utensilios y armas que poseía. — [b][color=#246A0B]Gracias por no dejarme tirado.[/b][/color] — Dijo sin mirarle. El hombre no respondió. Minutos después ambos salían del Castillo de San Kastan. Mientras cruzaban el puente que conectaba el pequeño islote flotante con el resto de la metrópolis, Shura se sintió ligeramente avergonzado al darse cuenta de que se había dado la vuelta para mirar con lastima aquel lugar por última vez. ¿Por última vez? No, claro que no. Seguro que tendría oportunidad de volver, pensaba él. Obviamente no, pues tras terminar su trabajo ambos serían considerados parias y expulsados de la organización. Nadie les daría las gracias. Pero consolaba pensar lo contrario. [center][/center] [i]La Lucera, colonia del Reino de Aevelin[/i] Con un suave movimiento, Mikaela cogió la pequeña bolsa donde guardaban los enseres de ambos hermanos. Como habían sido recogidos por Jhaos nada más llegar a la ciudad, aún cargaban con su equipamiento de viaje. Es de esa bolsa de dónde sacó un pergamino, de modesto tamaño. Se lo dio a su hermano, quien no había cambiado de expresión en ningún momento. El Kiath delante suyo acababa de ofrecer su alianza a su organización, pero su rol de emisario le impedía mostrar predisposición hacia ninguna posición. Neutralidad constante, pragmatismo en todo momento. Le costaba mantener su alegría, pues había terminado su trabajo en unas pocas horas de haberlo empezado. El resto era trabajo de sus compañeros en armas. — [b][color=#3EA99F]Este pergamino contiene un sello oficial del Gran Maestre. Será el primer documento de muchos, culpa de los burócratas, pero el más importante de todos. Solo con este, nuestra alianza está formalizada.[/color][/b] — Vantis firmó con su puño y letra el documento. Con un lento movimiento de mano, desplazó el papel al otro lado de la mesa. — [b][color=#3EA99F]Quedese el documento y lea los detalles de la alianza. Incluyen algunos detalles menores, como títulos nobiliarios a crear y destruir, terrenos que conceder, alguna propuesta de tratado comercial. Nada definitivo, ya que esas cosas se hablarán en futuros tratados. Pero al dar su visto bueno nos permite empezar las negociaciones.[/color][/b] — [b][color=#C25283]Oh, y lo de Auralia.[/color][/b] — [b][color=#3EA99F]Ah, cierto.[/color][/b] — No pareció molestarle la interrupción de su hermana esta vez. — [b][color=#3EA99F]Respecto a lo que ha mencionado antes, mi Orden no pretende coger ningún metro de terreno de Auralia a sus correspondientes gobernantes. Todo el terreno que poseen los fieles a San Kastan, o quieran poseer, está dentro de los límites de Broken Core y bien delimitado con reinos colindantes. Sin embargo, el reconocimiento oficial de otro país es el primer paso para que un estado nuevo formalice sus derechos a gobernar un territorio. Es por ello que incluso si vuestro reino no posee control sobre determinadas partes de Broken Core, la legitimidad que aportaría vuestro apoyo sería crucial.[/color][/b] — Durante unos pocos minutos, Vantis profundizó ligeramente en los detalles del tratado y de la alianza. Lo más importante fueron sus últimas palabras. — [b][color=#3EA99F]Cuando llegue el momento, apuntad con vuestro dedo a quien queráis que sea Rey, y la Orden de San Kastan le pondrá una corona.[/color][/b] Dado por terminada la reunión, Vantis fue el primero en levantarse. Le siguió su hermana. La joven se inclinó en una reverencia educada a Sir Jhaos. Vantis no esperó a su hermana, quien se apresuró a seguirle cuando vio que se quedaba atrás. Regresaron por el mismo camino por el que habían seguido anteriormente a Sir Jhaos. — [b][color=#C25283]Eso fue horrible.[/color][/b] — [b][color=#3EA99F]Lo sé. Nunca quise ser emisario, me obligaron porque nadie más quería.[/color][/b] — [b][color=#C25283]Al menos has cumplido la misión.[/color][/b] — [b][color=#3EA99F]Ya llegará otra misión. Siempre tienen misiones para la gente como yo.[/color][/b] — [b][color=#C25283]Vantis ...[/color][/b] — [b][color=#3EA99F]Saben que el trabajo de emisario es peligroso, así que me enviaron a mí. Que más da que yo muera, ¿verdad? Como soy inmortal, da igual.[/color][/b] — [b][color=#C25283]No pasó nada.[/color][/b] — [b][color=#3EA99F]Pero pasará.[/color][/b] No hablaron durante unos minutos. Habían llegado de nuevo a las transitadas calles de La Lucera, entre civiles y menos nobles, donde ambos se sentían más cómodos y seguros. Pero ello no quitó el enfado del joven. Su hermana no quiso intentar consolarle. Era mejor dejar que se le pasase solo. [center][/center] — [b][color=#3EA99F]Los descendientes de Synd siempre tendremos que estar haciendo esta mierda, hasta que la Orden controle el mundo, sea cual sea el mundo que el Gran Maestre quiera controlar. De que sirve la inmortalidad si estás condenado a morir.[/color][/b]5 VOTOS