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Por Mordred7516
Hace 2 años / Respuestas: 0 / Lecturas: 347

Matarse con estilo y clase. Un clásico de la época victoriana.

Además del envenenamiento en actividades rutinarias, la era victoriana es un lapso interesante en la historia. Dejó como legado las locomotoras a vapor, la fotografía y el primer sanitario de descarga. Sin embargo, este anhelo de innovación entre los victorianos a menudo resultaba catastrófico. Disponían de tantos productos químicos peligrosos, que era como dejar a un niño con una caja de fósforos junto a una montaña de fuegos artificiales.

Matarse con estilo y clase. Un clásico de la época victoriana.

Más allá de colocar una advertencia de “peligro” en las botellas de arsénico, carecían de cualquier otra medida de seguridad o preocupación por su salud. De hecho, la gente solía comprar arsénico como veneno para las ratas. A menudo, con consecuencias terribles. [b]En una época donde la apariencia lo era todo[/b], la salud pasaba a segundo término. En aquel [b]peculiar siglo XIX, los victorianos encontraron las formas más absurdas de envenenarse[/b].

[size=27][b]Ántrax en las paredes[/b].[/size]

Sin darse cuenta, [b]los victorianos llegaron a revestir las paredes de sus hogares con una bacteria mortal[/b]. Por esos tiempos cubrían las paredes con cal que, a diferencia del yeso, no es un agente ligante por sí mismo. Entonces, las personas reforzaban la mezcla con pelo de caballos, cabras, vacas y ovejas.



[u]Aunque el ántrax no era una bacteria común en la Inglaterra de la era victoriana, llegó a aparecer en esas mezclas[/u]. El riesgo de infección para los humanos provenía de productos obtenidos de animales infectados como la piel, el cabello o la lana. [b]Una vez que las paredes quedaban revestidas con cal contaminada, el ántrax podía ingresar por inhalación o a través de una abrasión en la piel[/b].

[size=27][b]Mamilas asesinas[/b].[/size]

En la era victoriana apareció un producto revolucionario para la alimentación de los bebés. Una botella de vidrio equipada con delgados tubos de caucho y una boquilla. Obviamente, la idea era que los pequeños succionaran a través del tubo, como si estuvieran bebiendo de un popote.



El producto se promocionó a través de una campaña publicitaria titulada “The Little Cherub” y “The Princess”, para niños y niñas respectivamente. [b]A las madres les encantó la idea de que los niños pudieran alimentarse por su cuenta. De hecho, lo consideraban un motivo de orgullo[/b]. Las madres victorianas adoptaron estas botellas como accesorio indispensable en la alimentación de sus hijos, [b]pero las consecuencias resultaron funestas[/b].

Como el tubo de caucho estaba adherido a la botella, era prácticamente imposible de limpiar. [b]Al interior de aquella botella de vidrio se creó el ambiente propicio para la proliferación de toda clase de bacterias alimentadas por leche tibia[/b]. La Sra. Beeton, una especie de gurú para las amas de casa de la era victoriana, llegó a publicar una serie de recomendaciones en 1861. En una de ellas señalaba que estas mamilas podrían utilizarse sin lavar hasta por tres semanas.



[color=#088A08][b]Al alimentarse, los bebés ingerían un caldo de cultivo atestado de bacterias[/color]. [color=#8A0808]Muchos pequeños murieron por culpa de este producto, y las personas empezaron a llamarlas “botellas asesinas[/b][/color]”. Sin embargo, ni el mote ni la condena de la comunidad médica evitaron que muchas madres siguieran utilizándolas. Estas mujeres se dejaron llevar por la publicidad y siguieron arriesgando la vida de sus bebés.

[size=27][b]Los médicos de la era victoriana[/b].[/size]

Hablando de médicos, estos solían trabajar con el conocimiento y las herramientas disponibles en la época. En la era victoriana, el principal objetivo de la medicina era restaurar el “equilibrio del cuerpo”. Y la mayoría de los procedimientos se enfocaban precisamente en eso. [color=#380B61][b]Se socorrían toda clase de laxantes, purgas y procedimientos con sanguijuelas para eliminar los “malos humores”[/b][/color].



Por si fuera poco, [color=#0B3B0B][b][u]los médicos de la época estaban convencidos de que suministrando pequeñas dosis de veneno a los pacientes mejoraban su salud[/u][/b][/color].  Los pacientes sobrevivían a pesar de los tratamientos, y no gracias a ellos. Sin embargo, una que otra vez los médicos acertaban accidentalmente.

[size=18][b]Tal es el caso de la prescripción de cigarrillos para aquellos que padecían asma[/b][/size]. Resulta que el [b]arsénico[/b], ingrediente activo, [b]se transportaba en hojas de tabaco que contenían un derivado natural de la atropina, un fármaco capaz de abrir las vías respiratorias[/b]. Entonces, [u]el asma del paciente mejoraba, pero no por las razones que los médicos creían[/u].



[size=27][b]Fenol[/b].[/size]

Las nuevas teorías sobre gérmenes causantes de infecciones salían a raudales en la era victoriana. Y así [b]como sucedió en 2020, la limpieza e higiene se volvieron una obsesión[/b]. Es irónico que siguieran utilizando mamilas sucias al mismo tiempo que se envenenaban con fenol en pro de [b]la asepsia[/b].

[b]Muchas familias victorianas emplearon fenol y sosa cáustica como agentes limpiadores[/b]. Y solían almacenarlos en los armarios, junto a los alimentos. Este hábito era un gran problema, pues esos productos mortales se vendían en empaques similares a otros artículos domésticos. [color=#0B3B0B][b]Cualquier persona despistada podía confundir los productos y terminar envenenando la comida[/b][/color].



[b]En septiembre de 1855, una persona que preparaba el pastel para una fiesta confundió el fenol con bicarbonato de sodio. [color=#8A0808]Cinco personas murieron envenenadas por la sustancia y trece más enfermaron de gravedad[/b][/color]. Hasta 1868 la [b]Ley de Farmacia limitó la venta de venenos y drogas en Inglaterra y Gales[/b]. Además, se prohibió que todos esos productos químicos se almacenaran en contenedores similares a los de artículos comunes.

[size=27][b]Velas cadáver[/b].[/size]

En los albores del siglo XIX, la materia prima en la fabricación de velas era cebo o cera de abeja. Las velas hechas con cebo producían mucho hollín y olían mal. Mientras tanto, [b]aquellas fabricadas con cera de abeja resultaban muy costosas[/b]. En 1810, alguien reformuló el proceso de fabricación y [b]lo acercó a lo macabro[/b].



[b]El químico francés Michel Eugène Chevreul apareció con una técnica que separaba el cebo y, [u]añadiendo un ingrediente secreto[/u], convertía velas baratas en artículos de calidad[/b]. En Francia prohibieron esta clase de velas, pero eso no evitó que se popularizaran en Inglaterra. Entre 1835 y 1836, se desató un auténtico frenesí por estas velas.

Cierta noche, [b]un profesor de química[/b] trabajaba a la luz de una de estas velas. [b]El hombre percibió un extraño olor a ajo emanando de la cera derretida y le pareció extraño[/b]. [color=#088A08][b][u]Sabía de antemano que los compuestos de arsénico liberaban un olor a ajo e identificó con precisión el ingrediente secreto[/u][/b][/color]. Para confirmar sus sospechas, el profesor hizo una serie de pruebas y divulgó sus hallazgos. [b]Apodó a este nuevo producto “velas cadáver” por el mortal vapor que liberaban durante su uso[/b].

[size=27][b]Pan blanco adulterado[/b].[/size]

Como mencionamos antes, [b]los victorianos se fijaban mucho en la apariencia[/b]. [u]En esta época surgió la idea de que el blanco está ligado a la pureza y entre más blanco, mejor[/u]. [b]Lógicamente, desarrollaron una obsesión por el pan blanco[/b]. Consideraban que, al eliminar todo el salvado y germen de trigo, el pan blanco resultante era puro y saludable. Peor aún: [color=#0B4C5F][b]les dio por añadir un agente químico blanqueador a base de aluminio. Esta gente vivía fascinada con el color casi metálico del alimento[/b].[/color]



Estos compuestos, [b]denominados alumbres, eran sales de doble sulfato de metales como el aluminio, cromo o potasio[/b]. Tradicionalmente, el alum se utilizó en la Edad Media en la preparación de tintes para lana. Posteriormente, lo aplicaban a instrumentos quirúrgicos para contener las hemorragias. [b]Y sí, es tan malo como parece[/b].

Además de carecer de valor nutricional alguno, agregarlo a un alimento tan básico como el pan sólo provocó la desnutrición de los consumidores. Se cree que este pan adulterado contribuyó al surgimiento de enfermedades vinculadas a las deficiencias nutricionales. [b]El alum actúa a nivel del estómago irritando la pared intestinal, causando malestar y estreñimiento a largo plazo. [color=#8A0808]Este compuesto fue responsable de la muerte de algunos niños[/b].[/color]

[size=27][b]El esmeralda venenoso[/b].[/size]

 

A mediados del siglo XIX [b]se comenzó a utilizar el arsénico como [color=#088A08]tinte verde para los vestidos[/b][/color].
Esta sustancia, que se mezclaba con cobre, cobalto y estaño, realzaba el color de los trajes, [b]dotándolos de un brillo extraordinario[/b]. También se usaba para tintar los complementos, como flores, diademas para el pelo o guantes.

Pero [color=#0B610B][b]este precioso color esmeralda, conseguido con esta mezcla de productos, era de una gran toxicidad[/b][/color]. [b]Las costureras eran las más perjudicadas[/b], ya que tenían que trabajar horas y horas cortando, cosiendo las telas, y dando los toques finales a los diseños. [color=#8A0808][b]Las consecuencias eran terribles: no solo afectaban a la piel sino a los ojos, boca, pulmones y mucosas nasales. La piel sufría unas heridas irreversibles[/color] y las mujeres afectadas acababan [color=#0B3B0B]vomitando un horrible líquido verde[/b][/color].

[color=#8A0808][b]En la época se registraron varios fallecimientos de costureras por envenenamiento con arsénico[/b][/color]. En las imágenes podemos ver el estado de las manos de las modistas después de trabajar asiduamente los tejidos tratados con estos tintes y una de las ilustraciones de John Tenniel en la que se denuncian las consecuencias mortales del trabajo de estas mujeres: [b]para que las damas lucieran bellas [color=#8A0808]las modistas agonizaban hasta la muerte[/b][/color].



Esta ilustración, del satírico The Punch, hace alusión al riesgo por envenamiento al que estaban expuestos todos los asistentes a un baile si estaban en contacto con una dama que llevara el tinte mortal.


Two skeletons dressed as lady and gentleman. Etching, 1862. Credit: Wellcome Library, London.

[size=27][b]Tejidos inflamables[/b][/size]



[b]El fluido algodón blanco tan popular a finales del siglo XVIII y XIX[/b] tenía peligros tanto para el fabricante como para el usuario: se producía con mano de obra esclava a menudo brutal en las plantaciones, y [color=#FF8000][b]también era más inflamable que las pesadas sedas y lanas preferidas por los ricos en los siglos anteriores. Un tipo de encaje de algodón era particularmente problemático[/b][/color]]: en 1809 John Heathcoat patentó una máquina que fabricó el primer “encaje” o bobbinet de almohada de algodón y seda tejida a máquina, ahora mejor [color=#FF8000][b]conocido como tul, que podía incendiarse en un instante[/b][/color]. El tul se colocó con frecuencia en capas, para agregar volumen y compensar su transparencia, y se endureció con almidón altamente combustible. [b]Las bailarinas estaban particularmente en riesgo: [u]la bailarina británica Clara Webster murió en 1844 cuando [color=#FF8000]su vestido se incendió en el teatro Drury Lane de Londres después de que su falda se acercara demasiado a las luces hundidas en el escenario[/u][/b].[/color]

Pero los artistas no eran los únicos en peligro: [color=#FF8000][b]incluso la mujer promedio que usaba las entonces populares crinolinas voluminosas corría el riesgo de incendiarse[/b][/color]. Y [b]la 'franela[/b]' (algodón liso cepillado para crear una siesta y parecerse a la franela de lana) tan popular para camisones y [color=#FF8000][b]ropa interior era particularmente combustible si se golpeaba con una chispa perdida o la llama de una vela doméstica[/b][/color]. [b]Tantos niños se quemaron en accidentes domésticos[/b] que una empresa presentó una franela con tratamiento especial llamada Non-Flam, anunciada como 'fuertemente recomendada por los forenses'.

[size=27][b]Mercurio[/b][/size]

[b]Ningún hombre de clase alta de la época victoriana estaba completo sin su sombrero, pero muchos de esos sombreros estaban hechos con mercurio[/b]. Como explica David, 'aunque se conocían sus efectos nocivos, era la forma más barata y eficiente de [b]convertir el pelaje rígido y de baja calidad de conejos y liebres en fieltro maleable[/b]'. El mercurio le dio al pelaje de los animales su textura suave, brillante y enmarañada, pero ese aspecto aterciopelado tuvo un alto costo: el mercurio es una sustancia extremadamente peligrosa.



El mercurio puede ingresar rápidamente al cuerpo a través de la piel o el aire y causa una variedad de efectos horribles en la salud. [b]Se sabía que los sombrereros sufrían convulsiones, calambres abdominales, temblores, parálisis, problemas reproductivos y más[/b]. (Una profesora de química que estudiaba la exposición a sustancias tóxicas en Dartmouth College, Karen Wetterhahn, murió en 1996 después de derramar solo unas gotas de un tipo de mercurio supertoxico en su guante). [color=#B43104][b]Para empeorar las cosas, los sombrereros que bebían mientras trabajaban (una práctica común ) solo aceleró los efectos del mercurio al obstaculizar la capacidad del hígado para eliminarlo[/b][/color]. [u]Mientras que los académicos todavía debaten si el 'sombrerero loco' de Lewis Carroll tenía la intención de mostrar los efectos del envenenamiento por mercurio, sus miembros temblorosos y su discurso loco parecen encajar en la realidad[/u].



[size=27][b]Gotas oculares de Belladona[/b][/size]

Los enfermos de tuberculosis [color=#0431B4][b]sufrían de pupilas dilatadas y ojos llorosos, cosa que a los victorianos les parecía hermoso[/b][/color].



Para que las mujeres de la época consiguieran grandes pupilas, no forzaban un contagio de tuberculosis, pero sí aplicaban un método igual de fatal: las [color=#0B3B0B][b]gotas de Belladona, una de las plantas más venenosas del mundo[/b][/color]. Ellas conocían los riesgos de usarlas, aún así las incluyeron en sus rituales de belleza. [b]En pequeñas dosis el veneno causa inflamación, ceguera, irritación de intestinos y erupciones[/b].

[size=27][b]Blanca como la nieve[/b][/size]

Las mujeres de clase alta querían vanagloriarse de sus riquezas luciendo lo más transparentes posibles. Hasta el punto que las venas maquillaran sus rostros por la palidez. Con todo aquello, [b]presumían que eran lo suficientemente poderosas que no tenían que trabajar bajo el sol[/b].

Siguiendo los consejos de belleza del libro [i]The Ugly Girl Papers[/i], [b]cubrir la cara con pequeñas cantidades de hojas de opio y lechuga por la noche y lavar la cara con amoníaco por las mañanas, garantizaba una tez blanca como la nieve[/b].  El arsénico, a pesar de ser venenoso, también fue utilizado por las chicas victorianas.



[size=27][b]El plomo[/b].[/size]


Una crema facial victoriana que contiene plomo

La Revolución Industrial propició el crecimiento de las ciudades como nunca antes. Evidentemente, entre más personas se integraban al núcleo urbano mayores eran los requerimientos de servicios. Para proporcionar suficiente agua a los distritos más pobres de zonas importantes, se construyó una serie de embalses.



[color=#0B2161][b]El gran problema era que el agua debía viajar largas distancias por cañerías de plomo, volviéndose tóxica en el camino[/b][/color]. El plomo resultó tan importante para la red de suministro de agua, que el término en latín [i]plumbum[/i] originó la palabra en inglés “[i]plumbing[/i]” (plomería).

La palidez definitivamente estuvo de moda durante la era victoriana, y las mujeres de moda favorecieron durante mucho tiempo un rostro salpicado de pintura blanca con plomo.
En 1869, uno de los fundadores de la Asociación Médica Estadounidense trató a tres mujeres jóvenes que habían estado usando el producto y, como resultado, perdieron temporalmente el uso completo de sus manos y muñecas.
[b]Se dijo que una de las manos de la mujer estaba 'consumida hasta convertirse en un esqueleto[/b]'.

[size=27][b]Baños venenosos[/b][/size]

Una famosa actriz de la era Victoriana, [b]Lola Montez[/b], advirtió que [b]bañarse con arsénico[/b] puede ser peligroso, pero que con estas duchas obtendrían una piel maravillosa. Además aconsejó que si no incluían la rutina con frecuencia, morirían. Quizá porque el cuerpo, a su juicio, [color=#0B3B0B][b]creaba resistencia al veneno[/b][/color]. Este peligroso secreto de belleza lo desveló en su libro [i]Secrets of A Lady’s Toilet[/i].



[url]https://es.triniradio.net/7-ways-victorian-fashion-could-kill-you[/url]

[url]https://supercurioso.com/tratamientos-de-belleza-era-victoriana/[/url]

[url]https://lacasavictoriana.com/2020/12/13/venenos-victorianos-i-arsenico-el-verde-mortal/[/url]
EDITADO EL 10-06-2022 / 17:48 (EDITADO 2 VECES)
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