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Por Mordred7516
Hace 2 años / Respuestas: 2 / Lecturas: 69

El arte de tirarse pedos

El arte de tirarse pedos
O manual del artillero socarrón, por el conde de la Trompeta, médico del Caballo de Bronce, para el uso de personas estreñidas.

El libro, sin fecha, salió, al parecer, en el siglo XIX. El Editor de hecho se enorgullecía mucho de publicarlo, ya que se ocultó tras su seudónimo: "Gran Tronador, el hermoso tamborillero", con domicilio en Miculo (Gayacana) . 



[color=blue][b]Es vergonzoso, querido lector, que con el tiempo que lleva usted tirándose pedos, no sepa todavía cómo se los tira ni cómo debe tirárselos.[/b][/color]

[u][b]Acostumbrados a imaginar que los pedos sólo se diferencian por ser grandes o pequeños y que, en el fondo, son todos del mismo tipo: craso error.[/b][/u]

El tema que hoy les ofrezco, analizado con toda la exactitud posible, ha sido prácticamente ignorado hasta ahora, no porque se lo considerara indigno de estudio, sino porque no se lo estimaba susceptible de acomodarse a cierto método ni a nuevos descubrimientos. Otro error. 

[color=orange][b][u]Tirarse pedos es un arte y, por lo tanto, algo útil en la vida, como afirman Luciano, Hermógenes, Quintiliano, etc. Es más esencial de lo que suele creerse el saber echarse pedos adecuadamente.[/u][/b][/color]

Puede tirarse pedos con orden y gusto, tal como verán a lo largo de esta obra.

[b]Definición del pedo en general[/b] 

[color=blue][b]El pedo es un compuesto de ventosidades que sale a veces con ruido y otras en sordina, silenciosamente. No obstante, ciertos autores bastante cortos se atreven a sostener absurda, obstinada y arrogantemente que la palabra pedo, tomada en su sentido estricto, o sea en su sentido natural, no debe referirse sino al que emite ruido; apoyan su teoría en el siguiente verso de Horacio, que no basta para dar una idea completa del pedo:[/b][/color] 

"Mi pedo hizo el mismo ruido que habría hecho una vejiga hinchada." 

Pero quién no siente que Horacio, en este verso, tomó la palabra pedere, tirarse pedos, en un sentido genérico, el de algo que estalla al salir? Saint-Évremond, el amable filósofo, tenía una idea del pedo muy distinta de la que tiene de él el vulgo: según el era un suspiro.

El pedo es, pues, en general, una ventosidad encerrada en el bajo vientre, causada, como afirman los médicos, por el desbordamiento de una pituita entibiada, que un ligero calor ha aligerado y desprendido sin disolver; o producida, según los campesinos y el vulgo, por el uso de algunos ingredientes ventosos o de alimentos de la misma naturaleza. Puede también definirse como aire comprimido, que, al intentar escapar, recorre las partes internas del cuerpo y sale al fin con precipitación cuando encuentra una salida, que la buena educación impide nombrar. 

[color=orange]Pero aquí no vamos a ocultar nada,
[u][b]Este se manifiesta por el ano[/b][/u], ya sea mediante un estallido, ya sea sin estallido: unas veces la naturaleza lo escupe sin esfuerzo, otras, hay que invocar la inspiración del arte, que, con la ayuda de la misma naturaleza, le facilita el alumbramiento, que pasa a ser motivo de deleite e incluso, en ocasiones, de voluptuosidad. Decíamos que la materia del pedo es entibiada y algo aligerada.[/color]

[color=orange][b]Cuando el calor es excesivo, no sólo machaca y atenúa los alimentos, sino que disuelve y consume todos los vapores, cosa que el frío no podría hacer; y es lo que impide que se produzca el mínimo humo. Lo contrario ocurre cuando el calor es suave y templado. Su debilidad le impide cocer perfectamente los alimentos; y, al no aligerarlos sino superficialmente, la pituita del ventrículo y de los intestinos puede excitar muchas ventosidades que se hacen más enérgicas en la misma proporción de la ventosidad de los alimentos, que, fermentados por el calor suave, producen humos muy espesos y revueltos[/b][/color]

[b]Diferencias del pedo, sobre todo del pedo y del eructo, y demostración total de la definición del pedo[/b]

[color=blue]Dijimos más arriba que el pedo sale por el ano.[u] En esto difiere del eructo. Éste, aunque formado de la misma manera, pero en el estómago, escapa por arriba, gracias a la proximidad de la salida,[/u] o a la dureza o a los repliegues del vientre, o a otros obstáculos que no le permiten abrirse camino por las vías inferiores. [u]Según nuestras normas, el eructo es lo mismo que el pedo,[/u] aunque, según algunos, es más odioso que el propio pedo: pero acaso no conocemos la historia de un embajador en la corte del Rey Sol, quien, en medio del esplendor y de la magnificencia que ante sus ojos atónitos desplegaba el augusto monarca, soltó un eructo de los más vigorosos, asegurando que, en su país, el eructo formaba parte de la noble gravedad que allí reinaba? De modo que no se puede concluir desfavorablemente ni sobre el uno ni sobre el otro; [u]y que la ventosidad salga por arriba o por abajo, da lo mismo; no debe haber escrúpulo alguno a este respecto.[/u] 
En efecto, leemos en el segundo tomo del Diccionario universal de Furetière que, [size=27]en el condado de Suffolck, un vasallo debía hacer ante su rey, durante todos los días de navidad, un salto, un pedo y un eructo.[/size][/color]

[color=blue][size=27]No nos queda aquí, pues, para probar del todo nuestra definición, sino hablar de la causa final del pedo, que a veces aporta la salud al cuerpo, tan deseada por la naturaleza, y, a veces ese deleite o ese placer que produce el arte.[/size][/color] 

[b]División de pedos[/b]

Aquí se nos plantea un problema. Cómo hacer, se nos dirá, la justa división de un pedo? Naturalmente, nos lo pregunta un incrédulo. Hay que medirlo en anos, en pies, en pintas o en celemines? Ya que quae sunt eadem uni tertio, sunt eaden inter se. No: la mejor solución es la que nos [color=blue]brinda un excelente químico[/color]; nada es más fácil ni más natural.

[color=orange]Metan, dice, su nariz en el ano;[/color] el tabique de la nariz divide por igual el ano; las dos ventanas forman así los dos platos de la balanza de que deberá servirse la nariz. Si sienten cierto peso al medir el pedo que sale, es señal de que habrá que pesarlo; si es duro en anas y pies; si es líquido, en pintas; si es grumoso, en celemines, etc., pero si lo encuentran demasiado pequeño para hacer el experimento, hagan como los vidrieros: soplen en el tubo todo lo que quieran hasta que se haya conseguido el volumen razonable.

Pero hablemos seriamente. Nosotros dividimos los pedos en vocales y mudos o zullones propiamente dichos. Los pedos vocales son naturalmente llamados petardos, del verbo "petardear". Consulten a Willichius Jodochus acerca de sus tesis sobre el petardo.

Ahora bien, el petardo es un estallido ruidoso, engendrado por vapores secos. Es grande o pequeño, según la variedad de sus causas o de sus circunstancias. 
El gran petardo es vocal pleno, o vocal por excelencia; y el pequeño se llama semivocal.
[color=blue][size=27]El gran pedo petardo, o vocal pleno, se manifiesta con gran estruendo, no sólo debido a la cavidad amplia y espaciosa que lo produce, como la de los campesinos, sino también debido a la gran multitud de ventosidades causadas por la ingestión de una notable cantidad de alimentos flatulentos, o por la mediocridad del calor natural del ventrículo y de los intestinos. Podemos comparar este fénix de los pedos a la explosión de los cañones y de las grandes vejigas, o a la ventosidad de los maricas, etc[/size][/color] 
La demostración de los truenos por Aristófanes no nos daría sino una idea muy remota; no es palpable como la de los cañones, ni como la detonación para derribar un muro, abrirse paso en medio de un batallón o rendir homenaje a un notable que visita la ciudad

[b]Objeción de los adversarios del pedo[/b]

No es el sonido lo que más nos disgusta, dicen: si no produjeran sino impromptus armoniosos, lejos de ofendernos, muy al contrario, nos encantarían; pero siempre va seguido de un olor deleznable que conforma su esencia y que ofende nuestro olfato: bajo este aspecto, lo rechazamos. En cuanto se lo oye, dispersa sus infectos corpúsculos, que perturban la serenidad de nuestros rostros: [b]a veces incluso es lo bastante traicionero como para sorprendernos sin que hayamos podido preverlo y para atacarnos en sordina; con frecuencia, precedido de un ruido sordo, va acompañado del más vergonzoso de los satélites y no deja nunca duda alguna acerca de su mala compañía.[/b]

[b]Respuesta[/b]

Es conocer muy mal al pedo el creerlo tan criminal y culpable de tantas groserías. El verdadero pedo, o el pedo claro, no tiene color, o, al menos, tan poco que no tiene bastante fuerza para atravesar el espacio que media entre su embocadura y la nariz de los asistentes. La palabra latina crepitus, que significa pedo, no significa otra cosa que un ruido sin olor; pero se la confunde normalmente con otras dos ventosidades malhechoras, de las que una entristece el olfato y se llama vulgarmente zullón, o, si se quiere pedo mudo, o pedo femenino, y la otra ofrece un lamentable espectáculo y se llama pedo espeso, o pedo de albañil. Éste es el falso principio en el cual se fundan los enemigos del pedo; pero es fácil desorientarles demostrándoles que el verdadero pedo se distingue, de hecho, de los otros dos monstruos, cuya noción general acabamos de esbozar. Pero, tras responder a las objeciones de los adversarios del pedo, volvamos a nuestra división. 
Tanto si los pedos parecen cañones, o si se asemejan a los truenos de Aristófanes, siempre son simples o compuestos. [color=blue][b]Los pedos simples consisten en salir de golpe, solos y momentáneos. Príapo los compara con el ruido que hacen las vejigas al reventar.[/b][/color]

[color=blue][b]Se forman cuando la materia se compone de partes homogéneas, cuando es abundante, cuando la fisura por la que sale es amplia o bastante distendida, o también cuando el individuo que los expele es robusto y no hace sino un esfuerzo. Los pedos compuestos salen por golpes sucesivos y de estallido en estallido; recuerdan vientos continuos que se suceden unos a otros, más o menos como quince o veinte fogonazos seguidos, y como en círculo. Se les llama diptongos, y se dice que una persona de constitución fuerte podría soltar unos veinte de un tirón.[/b][/color]

[b]Infortunios y accidentes causados por los pedos diptongos / Historia de un pedo que hizo huir al diablo y le volvió tonto / Viviendas liberadas del diablo mediante pedos diptongos / Razones y axiomas[/b]

[b][color=blue]Si el pedo diptongo es más terrible que el trueno y si es cierto que el rayo que le sigue ha abatido a infinidad de personas, ha vuelto sordos a unos y alelado a otros, no cabe duda de que un pedo diptongo, cuando no fulmina, es capaz no sólo de provocar todos los accidentes del trueno, sino también de matar de golpe a las gentes débiles, pusilánimes y susceptibles de tener prejuicios.[/color][/b]
Todas las causas provienen de la ingestión de rábanos, ajos, garbanzos, habas, nabos, y en general, de todos los demás alimentos ventosos, cuyas maléficas virtudes todos conocemos y que producen el sonido claro, sucesivo, breve y entrecortado que se oye cuando irrumpe el pedo. Entre las muchas historias que corren por ahí acerca de explosiones, voy a relatar aquí una de las que puedo dar constancia.

[color=red][b]El diablo atormentaba desde hace mucho tiempo a un hombre para que se entregara a él. Este hombre, al no poder resistir ya las persecuciones del espíritu maligno, consintió finalmente con las siguientes tres condiciones que le expuso en el acto:
1º. Exigió una gran cantidad de oro y de plata, que recibió inmediatamente.
2º. Exigió que le volviera invisible; el diablo le enseñó la manera de hacerlo y lo acompañó mientras realizaba el experimento. 
El buen hombre, apurado, ya no sabía que pedirle en tercer lugar al diablo que éste no pudiera complacer, y, como su ingenio no le brindaba la ayuda que él esperaba, [u]se apoderó de él un gran temor cuyo exceso, por casualidad, le salvó por suerte de las garras del diablo. Se cuenta que, en ese momento crítico, se le escapó un pedo diptongo, cuyo estallido recordaba al de una descarga de mosquetón.[/u]
Entonces, aprovechando con agilidad la ocasión, [u]el hombre le dijo al diablo: - Quiero que enhebres todos estos pedos en una aguja, y seré tuyo.[/u] El diablo intentó enhebrarlos; pero por mucho que presentara por un lado el ojo de la aguja y estirara por el otro cuanto podía, jamás pudo realizar la hazaña.[/b][/color]

[color=red][size=27]Además, asustado por el horrible estruendo de aquel pedo, que los ecos de los alrededores habían multiplicado, y confundido, furioso incluso, de que le hubieran tomado el pelo, salió huyendo no sin antes soltar un zullón infernal que infectó toda la vecindad, liberando así al infeliz del inminente peligro que había corrido.[/size][/color]

[color=blue]Éste es el mejor remedio que conocemos para alejar al diablo; el Arte de Tirarse Pedos, que hoy presentamos, atrayéndonos con él a muchos amigos, nos valdrá la bendición de los pueblos atormentados.
 Estamos convencidos de que [u][size=27]hay que engañar el arte con arte, la picardía con picardía[/size][/u]; de que un clavo quita otro clavo; de que una gran luz se impone a una pequeña; y de que los sonidos, los olores, etc., absorben a otros menos fuertes; por lo tanto, el ángel de las tinieblas quedará ofuscado por la antorcha que coloquemos en la mano de los infelices a los que el diablo procurará seducir, y quienquiera que la lleve jamás tendrá nada que temer. El pedo diptongo es un pequeño trueno de bolsillo, y está al alcance de todos; su virtud y su salubridad son activas y retroactivas; tiene un valor incalculable y a sido ya apreciado como tal en la más remota Antigüedad; de ahí el proverbio romano: "Un buen pedo bien vale un talento".[/color]
Generalmente, el pedo diptongo no huele mal, a menos que haya sido engendrado por alguna putrefacción de los intestinos, o que haya permanecido o haya sido incubado por demasiado tiempo dentro debajo de un muerto que haya empezado a corromperse, o que los alimentos ingeridos hayan estado ellos mismos en mal estado. Para discernirlo acudiría a un olfato más fino que el mío, ya que el lector no se encuentra quizá tan resfriado como yo.

[b]De los pedos mudos, impropiamente llamados zullones / Diagnóstico y pronóstico[/b]

[color=blue][b][u]Los pedos mudos, vulgarmente llamados zullones, no tienen sonido[/u] y se forman a partir de una pequeña cantidad de ventosidades muy húmedas. [u]Los zullones son, o bien secos o bien cagones. Los secos salen sin ruido y no acarrean consigo materias espesas. Los cagones, por el contrario, están hechos de una ventosidad taciturna y oscura. Siempre acarrean consigo un poco de materia líquida; los zullones en cambio, son veloces como flechas o como rayos y se hacen insoportables a la sociedad debido al olor fétido que emiten.[/u] Leí en algún lugar que un diablo de un país latino, al querer un día tirarse un pedo, le salió en cambio un zullón cagón con el que se ensució los calzones; maldiciendo la traición de su trasero, exclamó con ira e indignación: "Nusquam tuta fides" (" Acaso ya no hay buena fe en el mundo?". Actúan muy bien aquellos que, temiendo este tipo de zullones, se bajan los calzones y se levantan las camisas antes de soltarlos: los considero gente sabia, prudente y precavida. Como los zullones cagones salen sin ruido, significa que no hay muchas ventosidades. El excremento líquido que acarrean deja suponer que no son  dañinos y que son más bien saludables.[/b][/color]

[b]De los pedos afectados y de los involuntarios[/b]

[b]El pedo afectado no se da entre gente honesta, de no ser entre los que viven juntos y comparten la misma cama. Entonces se puede simular alguno por diversión. Uno de los juegos más encantadores que conozco consiste en recibir un zullón en la mano, en acercar a la nariz del o de la compañera de la cama y hacerle adivinar de qué tipo es y que gusto tiene el pedo. Sé de muchos a los que no les divertiría nada este juego.[/b]

El pedo involuntario se da sin la participación del que lo engendra y ocurre generalmente cuando uno está acostado de espalda, o cuando uno se agacha, o cuando suelta una carcajada, o también cuando siente un gran temor. Este tipo de pedo acostumbra a ser disculpado.

[b]Ventaja de los pedos para la sociedad[/b]

[color=blue][b]El emperador Claudio, tres veces gran emperador, quien no se preocupaba sino del bienestar de sus súbditos, al haber sido informado de que algunos de ellos, llevados por el respeto, habían preferido morir a tirarse un pedo en su presencia, y al saber, gracias a textos de otros historiadores, que, en estos casos, se acostumbra a morir en medio de espantosos cólicos, mandó a publicar [u]un edicto por el cual autorizaba a todos sus súbditos a tirarse pedos libremente, incluso a su mesa,[/u] con tal de que lo hicieran abiertamente.
La indecencia que se atribuye al pedo no tiene por principio sino el humor y el capricho de los hombres. 
[u]No es contrario a las buenas costumbres y, por lo tanto, no es peligroso autorizarlo; además, tenemos pruebas de que, en muchos lugares e incluso en algún lugar del mundo civilizado, está permitido tirarse pedos libremente y es incluso visto como una gran crueldad el obligar a conservar sobre este tema el más mínimo escrúpulo.[/u]
[u]Los egipcios, por ejemplo, habían hecho del pedo un dios cuya imagen se encuentra reproducida en los espacios dedicados al aseo.[/u] Los antiguos, según la salida más o menos ruidosa de sus pedos, auguraban tiempo bueno o malo. Pero probemos, con algunos ejemplos, por qué el pedo sigue siendo ventajoso para la sociedad. 
[u]El pedo detiene los esfuerzos de los enemigos de la sociedad. Por ejemplo: en un círculo numeroso de oyentes, un conferenciante se pone aburrido. desde hace una hora, se explaya con sus gracias que no provocan sino el sueño del auditorio. Un pedo, de pronto, cortará al conferenciante por lo sano. En una brillante reunión, reina desde hace dos horas el silencio más incómodo; unos se callan por cumplido, otros por timidez, otros aún por torpeza: todos están a punto de despedirse sin cruzar palabra. De pronto, se oye un pedo; enseguida un murmullo preludia una larga disertación que la crítica sagaz y el juego de palabras sazonan. Es, pues, a ese pedo al que le debe la sociedad la interrupción de un silencio desagradable y una conversación placentera.[/u] 
[u]En un grupo de filósofos atentos, que sueltan máximas pomposas, basta que alguno suelte también, de incógnito, algún pedo para que la moral emprenda la huida en pleno descontrol; todos ríen, se relajan, y la naturaleza se manifiesta con tanta más fuerza de costumbre frenada entre hombres tan extraordinarios. Que no se diga, tan injustamente, que la risa provoca el pedo y que es más bien motivo de desprecio y piedad que de una auténtica alegría; el pedo es de por sí un placer, independientemente de los lugares y de las circunstancias en que se produce. Al ser el pedo algo agradable, al haberse demostrado su utilidad, tanto particular como general, al haberse combatido y anulado su pretendida indecencia, quién podría negarle su voto?[/u][/b][/color]

[b]Conclusión[/b]

Para completar El Arte de Tirarse Pedos, nos complace dar aquí la lista de algunos pedos que no fueron mencionados hasta ahora en esta obra. Empezamos por los pedos provincianos, con el fin de rendir homenaje a la provincia. 




[url=https://docplayer.es/20773344-El-arte-de-tirarse-pedos-o-manual-del-artillero-socarron-salvador-dali.html]Fuente[/url]

4 VOTOS
Tidus-abel1848Hace 2 años1
Esasto. Esto lo había leído alguna vez pero no logro recordar dónde.

Otra cosa es saber dónde hay que hacerlo ya que por ejemplo en una entrevista de trabajo, no lo recomiendo 
1 VOTO
XDaniihx1829Hace 2 años2
Hago arte con el c*lo.
1 VOTO
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