Arcangel San Miguel y Lucifer[Interesante]

El Arcángel Miguel (en hebreo: Mija-El, "¿Quién como Dios?" en árabe:; Mījā'īl; en griego: Μιχαήλ Mijaíl; en latín: Michael); es el Jefe de los Ejércitos de Dios en las religiones judía, islámica y cristiana ( Iglesias Católica, Ortodoxa, Copta y Anglicana).
Para los hebreos es el protector de Israel y patrono de la sinagoga. La Iglesia Católica lo considera como patrono y protector de la Iglesia Universal; y el primero de los siete arcángeles, junto con Gabriel y Rafael. Supuestamente tocará la trompeta el día del arrebatamiento (1° Tesalonicenses 4, 16), y es el encargado de frustrar a Lucifer o Satanás, enemigo principal de Miguel por ser el arcángel de los ángeles caídos o del mal (Apocalipsis 12:7). Por eso, en el arte se le representa como un ángel con armadura de general romano, amenazando con una lanza o espada a un demonio o dragón. También suele ser representado pesando las almas en la balanza, pues según la tradición, él tomaría parte en el Juicio final, imagen inspirada en el Juicio de Anubis del Antiguo Egipto y recibe el nombre de psicostasia.




Lucifer (del latín lux [‘luz’] y fero [‘llevar’]: portador de luz) es, en la mitología romana, el equivalente griego de Fósforo o Eósforo (Έωσφόρος) ‘el portador de la Aurora’ que proviene de la antigua dama oscura Luciferina.
Este concepto se mantuvo en la antigua astrología romana en la noción de la stella matutina (el lucero del alba) contrapuesto a la stella vespertina o el véspere (el lucero de la tarde o véspero), nombres éstos que remitían al planeta Venus, que según la época del año se puede ver cerca del horizonte antes del amanecer o después del atardecer.


[b]El Luciferismo[/b]
Para la tradición esotérica occidental, Lucifer es el dios del Fuego ó Portador de la Luz ó Sabiduría, y no es el Diablo ni Satán. Para los luciferinos y sus tradiciones esotéricas, Lucifer es la figura divina por excelencia, el verdadero dios espiritual de luz, opuesto al Demiurgo ó Dios material, creador del universo físico (doctrina seguida por maniqueos, cátaros y gnósticos antiguos). Para muchos luciferinos la figura de Lucifer es la misma que se representa con diferentes dioses paganos como el nórdico Odín, el egipcio Thot, el griego Prometeo, el celta Cernunnos y el etrusco Lupercus, etc. Diferentes tradiciones esotéricas occidentales son luciferinas como por ejemplo la Teosofía -la revista oficial de la Sociedad Teosófica llevaba por nombre Lucifer-, el gnosticismo, el rosacrucismo, la Orden Hermética del Alba Dorada, la Sohnschaft der Schwarzen Sonne (Hermandad Serranista del Sol Negro), todos los anteriores rechazan ser organizaciones satánicas y aseguran que el luciferismo y el satanismo no son la misma cosa.
Todos aquellos que conjugan las cualidades metafísicas y el conocimiento oculto del saber luciferiano, creen profundamente que en medio "de la maldad puede surgir la luz" . Y en lo que también se puede estar totalmente de acuerdo, es que Lucifer viene a ser el Portador de Luz, esto es, del logos; pero también viene a ser el arquetipo del supremo Rebelde, del primer separatista y autonomista universal, en aras de la libertad.

[b]La Lucha de Miguel contra Lucifer[/b]
El sol luce brillante sobre las miles de espadas, lanzas, yelmos y corazas de las fuerzas del Bien, al otro lado del Campo de Batalla, negros nubarrones cubren las ingentes huestes del Mal, protegiendo a un ejército 300 veces superior de los rayos de la luz diurna, ellos no desean ni necesitan al astro rey, iluminan su camino a base de hoguerras, antorchas y las llamas generadas por sus propios cuerpos, después de todo son un ejército surgido del infierno.

De entre los soldados luminosos surge un hombre, es alto y atlético, viste completamente de blanco y sus ropas brillan de tal modo que da la impresión de que la luz, al llegar hasta ellas, se queda atrapada a pocos milímetros de distancia y es incapaz de escapar de allí. En la mano derecha sostiene una lanza de 2 metros de largo, la punta con forma de hoja es negra y alargada, la cubre una sustancia roja y reluciente que de no ser imposible por su color, podría ser sangre seca. La mano izquierda permanece apoyada sobre la cadera derecha, en el pomo de una espada larga de un blanco inmaculado desde la empuñadura a la punta de la hoja. Su cabello negro descansa rizado sobre sus hombros y sus ojos de un azul intenso miran con una mezcla de fiereza y compasión al otro lado del campo.

Allí se encuentra el que será su adversario en esta lid, un ser mucho más alto que él, cubierto de sombras y rodeado del fuego abrasador de sus lugartenientes. Su cara es alargada y enjuta, sus ojos son amarillos con una mirada que helaría la sangre de cualquiera que osase mirarle por más de un instante, unos largos cuernos negros coronan su cabeza. Tiene la piel de un tono rojizo, el pecho desnudo y las piernas cubiertas simplemente por un holgado pantalón, en lugar de pies tiene pezuñas y los brazos fuertes y musculosos terminan en unas manos grandes y poderosas, coronadas por unas uñas largas y afiladas de un color negro brillante. En una de esas garras, la derecha, lleva un hacha de batalla de hierro y bronce, completamente fabricada en metal y opaca debido al humo que la rodea.

El Arcángel San Miguel hace un gesto a sus aliados, que cierran filas tras de él y comienzan a avanzar un paso tras otro con precisión absoluta mientras su Comandante acelera su propio paso tomando cada vez más distancia sobre la primera línea de sus filas.

El Rey de los Demonios, Lucifer, sonríe ante la parsimonia de su adversario y grita con fuerza a sus huestes animándolas a arrasar al enemigo que tienen frente a ellos, cientos de demonios y diablos corren al encuentro del Arcángel. Lucifer sabe que será un ataque inútil, todos morirán a manos del Líder del Cielo, pero al menos le darán un bonito espectáculo. Al cabo de unos minutos cientos de demonios rodean al Arcángel y no tiene más que agitar su brazo izquierdo hacia uno y otro lado para que los enemigos que se le acercan caigan heridos de muerte o se vean envueltos en unas llamas blancoazuladas que consumen tanto su cuerpo como su esencia. Y no solo los demonios de carne se ven fácilmente destruidos por su fuerza, sino que los etéreos, los espíritus malignos de distintos tipos, también sucumben ante su presencia. No tiene más que mirarlos y ya a decenas de metros de él comienzan a deshacerse y sentir un dolor que jamás antes habían soportado, ni siquiera allá abajo, en el sitio de donde salieron.

Tras el Comandante de las fuerzas del Bien cierran filas sus aliados, separados de este varios cientos de metros y cada vez más lejanos. Sus órdenes son las de resistir lo más posible, el objetivo de esta lucha no es vencer, sino matar al enemigo más peligroso de todos, el que comanda y mantiene unidas a las Fuerzas del Infierno. Tanto Lucifer como sus huestes piensan que serán una presa fácil, los superan ampliamente tanto en número como en fuerza, pero no cuentan con las nuevas energías que la humanidad ha depositado en las almas de los ángeles, cada uno de ellos cuenta como 50 demonios, cada Capitán, como 10 Archidemonios. El Comandante San Miguel puede equipararse al mismísimo Lucifer.

Y finalmente, con la coraza cubierta de hollín y sangre, la espada quebrada en su punta a causa de sus muchos ataques ya realizados y jadeando tras el esfuerzo, el Arcángel se encuentra al fin a pocos metros de su objetivo, el Rey de los Demonios ruge con rabia y golpea a todos los que se le acercan hasta que consigue que comprendan que deben separarse, quiere enfrentarse al que ha osado desafiarle, lo matará con sus propias manos.

El mundo parece pararse por un instante, ambos adversarios se miran a los ojos y ninguno gira la cabeza, ni desvia la mirada, ni tan siquiera pestañea. Se están midiendo mutuamente, al final es Lucifer quien rompe el silencio:

- Herrmano Miguel, ¿Qué prretendes conseguirr ahorra que todos saben que Dios murrió y que tu fuiste quien lo ocultó todo?. La mitad de tus ángeles son ahorra mis esclavos, muchos han salido ya de los pozos de corrupción, algunos se encuentrran luchando y otrros han muerrto porr tu espada. Ríndete y te perrdonaré la vida, te darré parrte de mis huestes y serrás poderroso. Conquistarremos el Mundo enterro.

El Arcángel le mira con desprecio, levanta el brazo que porta la espada y le señala directamente al pecho, luego grita:

- ¿Hermano? ¿Tienes la osadía de llamarme hermano? Tu has provocado nuestra caída, tu nos hiciste perder nuestro paraíso, tu fuiste el que tentó a Jesús en el Desierto... y el que le hizo dudar de Dios una vez muerto. No te atrevas a llamarme hermano nunca más. He venido aquí a matarte y lo haré a menos que te retires por completo, vuelvas al Infierno y dejes a la Tierra en Paz.

Lucifer se acerca dos pasos hacia el ángel, clava su hacha en el suelo con fuerza y se arrodilla con lágrimas en los ojos. Miguel se pone en guardia con la espada cruzada ante si y la lanza apuntando a su adversario. El ser de rodillas comienza a sollozar con tal fuerza que muchos de los demonios piensan que las palabras del Arcángel le han hecho mella. Otros muchos conocen el juego: Lucifer llora, se discula y se flagela a menudo en nombre de Dios, pero tan sólo para ridiculizar a sus seguidores, luego suele decir "Mírame, yo también puedo arrepentirme falsamente. Perdóname igual que haces con tus queridos humanos, te prometo que cambiaré... aunque tu sabes que todo es una gran mentira".

- Levántate y lucha, Demonio. No he venido a verte representar tu farsa.
- Crreeme cuando te digo, Herrmanito, que no vas a tocarrme siquierra.

Con esa frase Lucifer da un paso atrás, agarra su terrible hacha de batalla y carga contra Miguel, que usa armas mucho menos pesadas que la de su adversario. Sin embargo consigue esquivarle fácilmente y lanzar una estocada que no llega a darle por muy poco, a pesar de todo la carne del demonio se chamusca y una ligera nube de humo gris surge de su piel. Contrariado, para su acometida, salta de nuevo atrás y mira la quemadura. Sus ojos se inyectan en sangre y dice con tono acusador:

- Esa es MI espada, Herrmanito. Yo la forrjé con mi prropia sangrre como regalo a Dios. Dámela o suéltala, pero no tienes derrecho a atacarrme con ella.
- Esta es la Espada de Dios desde el momento en que se la regalaste, en ese entonces eras todavía sincero... y por eso mismo tiene un mayor poder sobre ti de lo que lo ha tenido nunca contra tus sirvientes. - replica Miguel.
- Suéltala, la lucha no serrá justa si la usas y tu crrees en la justicia.

Una sonrisa aletea en el rostro del Arcángel, como riendóse de un chiste que sólo el conoce. Acto seguido lanza lejos su espada, al otro lado del campo de batalla, donde luchan sus hombres.

- Tu ganas, usaré sólo la Lanza.
- ¡No! Tampoco puede hacerr uso de la Lanza de Longinus, esa arrma fue prrohibida por Dios en cualquierr batalla, lo recuerdo clarramente.
- ¡Ja! Te creía mucho más inteligente que eso, Luzbel. Sabes bien que las palabras exactas fueron "Ninguno de mis ángeles ni arcángeles, ninguno de los demonios de Lucifer y ni siquiera él mismo usarán esta Lanza en contra de sus hermanos mientras esté yo presente para impedirlo", no me ha impedido usarla hasta el momento contra tus sirvientes, de entre los cuales se encontraban algunos de mis hermanos como tu mismo has dicho. Si Dios estuviese aqui ya habría actuado.

Resignado, Lucifer empuña de nuevo su hacha y comienza un fiero ataque contra Miguel, ambos atacan, fintan y se retiran, su lucha es como un baile en el que la muerte es la melodía, de vez en cuando una estocada perdida golpea el suelo provocando un pequeño temblor o detiene su movimiento demasiado cerca de un demonio, que generalemente muere cortado en dos o cubierto de llamas azules. La lucha se prolonga durante interminables minutos hasta que Lucifer consigue encajar un tremendo hachazo ascendente en el costado del otro luchador. La sangre mana a borbotones y la vida se escapa lentamente de los ojos del Arcángel, el Demonio suelta su arma y comienza a reir, cubierto de sudor y sangre, tanto suya como del sirviente de la Luz, ese es su gran error, pues con el último hálito de vida, con los últimos restos de poder, Miguel alza la Lanza de Longinus hacia el pecho del enemigo y lo atraviesa limpiamente, luego retuerce el arma y muere, aunque parte de su alma se transmite a la Lanza, quedando en ella por toda la eternidad, encerrada junto a la de Longinus, el primero que la empuñó.

En el campo de batalla, los pocos ángeles que siguen con vida lo hacen gracias a la Espada de San Miguel, a la que no se atreven a acercarse los demonios. Es ahora cuando se percatan de la caída de Lucifer y eso les permite escapar ya que el Caos ha sido liberado en el Campo de Batalla y decenas de Demonios se han erigido en pocos minutos como Líderes Provisionales del Infierno. Nadie puede arrancar el arma del cuerpo de su Amo y los que lo intentan mueren o son mutilados por el poder que desprende. Su única opción es llevarle de nuevo a su Palacio en el Inframundo y esperar que pueda liberarse por si mismo de esa maldición.

Desconocen que es inútil, el alma de Lucifer ha sido atrapada por la Lanza de Longinus y ahora no sentirá más que sufrimiento y dolor por lo que queda de eternidad.
EDITADO EL 27-11-2010 / 20:58 (EDITADO 1 VEZ)